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La utilidad de Vox

Después de lo ruptura de VOX, el PP tendrá que conseguir o estar muy cerca de la mayoría absoluta si quiere llevar a Feijóo a la Moncloa.

Después de lo ruptura de VOX, el PP tendrá que conseguir o estar muy cerca de la mayoría absoluta si quiere llevar a Feijóo a la Moncloa.
Europa Press

El paso que dio VOX el pasado miércoles al abandonar los gobiernos de coalición que mantenía con el PP en cinco Comunidades Autónomas conlleva un riesgo evidente: que los ciudadanos que votaron a esa opción política se replanteen en el futuro la utilidad de su voto, si al final el mismo no sirve para conseguir el objetivo principal que los dos partidos del centro derecha deberían tener: desalojar al sanchismo del poder.

La experiencia reciente en nuestra democracia atesora ya varios casos de partidos políticos que han sido muy votados —incluso algunos han llegado a gobernar— y que poco a poco, por errores propios, por el desgaste del ejercicio del poder, por luchas internas, por egos personales, o por otras circunstancias, se han ido deslizando hacia ese concepto de "inutilidad" y han acabado desapareciendo porque les dejaron de votar.

El ejemplo más paradigmático de lo anterior fue UCD, el partido del expresidente Suarez, que sirvió para conducir los primeros años de la transición, hasta que se fue descomponiendo, su jefe dimitió, y en 1982 —el año de la victoria contundente del PSOE de Felipe González— pasó de 168 diputados a tan sólo 11. Paralelamente, Suárez, tras su marcha de UCD, montó otro partido, el CDS, que tuvo una vida corta y que no pasó de tener 19 diputados en el Congreso en 1986, 14 en 1989 y ninguno en las elecciones de 1993.

Más recientemente están los casos de UPyD y de Ciudadanos, dos partidos impulsados en su mayor parte por políticos e intelectuales de la izquierda —algunos procedentes del PSOE, como fue el caso de Rosa Diez— pero que, tras unos años de existencia política, acabaron bajando la persiana. El caso del partido que presidió Albert Rivera quizás fue más sangrante que el de UPyD. Ciudadanos fue un partido que nació para defender el constitucionalismo en Cataluña frente a los partidos independentistas; dio el salto a la política nacional, consiguiendo 40 diputados en las elecciones generales de 2015, convirtiéndose en la tercera fuerza política. Esa cifra de diputados subió hasta 57 en las elecciones de abril de 2019, abriéndose la posibilidad de un gobierno de coalición PSOE-Ciudadanos a la que Rivera, con fundadas reticencias a gobernar con Sánchez, se negó. Su electorado no entendió esa negativa, y en la repetición electoral ocho meses después, en diciembre de 2019, pasó a tener 10. En las de julio del pasado año ya no sacó ningún diputado, al igual que en las recientes catalanas y europeas.

La decisión de VOX de ruptura total con el PP, en aquellos sitios que gobernaban en coalición, ha lanzado un mensaje claro y rotundo a la ciudadanía: la alternativa en las urnas al sanchismo ya no pasará por el entendimiento entre estos dos partidos del espectro del centro derecha, porque uno de ellos, VOX, ha desistido de ese objetivo. No es que la relación entre ambas formaciones políticas en el pasado reciente fuera fluida, es que prácticamente no existía.

Con este cambio en el panorama político, quien tendrá que mover ficha será ese electorado —11 millones de españoles que votaron en las últimas generales a VOX (3) y al PP (8)—, sin descartar a algunos "arrepentidos" que lo hicieron al PSOE, que tiene como objetivo prioritario echar al jefe del sanchismo del poder, para que nuestra democracia no sufra más daños de los que le ha infringido el actual inquilino de la Moncloa en los seis años que lleva al frente del gobierno Frankenstein con Podemos-Sumar y pactando con los independentistas catalanes, con los herederos políticos de ETA y con los nacionalistas del PNV.

Esos electores tendrán que pensar muy bien —después de lo sucedido la semana pasada, incluyendo las nuevas alianzas en Europa del partido de Abascal— si merece la pena seguir votando a VOX, o si es más útil concentrar el voto en el único partido del centro derecha que, por los resultados electorales de este último año, y por lo que dicen todas las encuestas, tiene la capacidad de llegar al poder y desalojar al jefe del sanchismo. La cuestión clave es que, después de lo ruptura de VOX, el PP tendrá que conseguir o estar muy cerca de la mayoría absoluta si quiere llevar a Feijóo a la Moncloa. Por este motivo es más que probable que en la mente de muchos electores, cuando de nuevo sean convocados a las urnas, esté muy presente la "inutilidad" del voto A VOX y, por tanto, la "utilidad" del voto al PP.

Es de suponer que en el partido de Abascal sean conscientes de las consecuencias que puede conllevar lo que han hecho. Nadie se cree que esa ruptura sólo sea por el traslado en el momento presente de menores no acompañados "menas" de Canarias a la Península. Habrá otros motivos que no se han explicado, bien de orden exterior, la alianza en Europa con Le Pen y Orbán, o interior, la irrupción del partido "Se Acabó la Fiesta" de Alvise Pérez, que si a alguien quitó votos en las europeas del 9-J fue a VOX. Sea lo que sea, este partido ha arriesgado mucho con su decisión y es muy probable que en el futuro sufra las consecuencias letales de ser percibido como un partido no útil. Los electores tendrán la última palabra.

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