El sátrapa Maduro no sólo se niega a aceptar su apabullante derrota electoral sino que pretende hacer pagar con sangre al pueblo de Venezuela la desafección al régimen. Anunció que era capaz de provocar un baño de sangre para mantenerse en el poder y el Ejército le permite, por el momento, cumplir con su siniestra promesa. Caracas y toda Venezuela se han convertido en el patio de una inmensa prisión, el escenario de las tropelías de los incontrolados del chavismo, los grupos de encapuchados que disparan a voleo, detienen de manera arbitraria y amenazan a niños, mujeres y ancianos. Toda la población venezolana está en el punto de mira de las partidas de desalmados que intentan impedir las protestas a base de crímenes y secuestros.
Los detenidos y secuestrados se cuentan por miles, los muertos por decenas, centenares ya, muchos más de los que reconoce el régimen asesino de Maduro, un sujeto que cuenta con el silencio cómplice y miserable de personajes como José Luis Rodríguez Zapatero, tipos que como el expresidente del Gobierno de España blanquean la figura del dictador y el régimen de terror recrudecido después de que los venezolanos le dieran la espalda en las urnas. Rusia, China e Irán son los apoyos internacionales de Maduro mientras que para el brasileño Lula y el colombiano Petro su colega de Caracas se ha vuelto completamente tóxico.
Las salidas que se le plantean al tirano van desde repetir las elecciones a negociar una transición con la amnistía para los cabecillas del régimen. Y la respuesta de Maduro ahí está: más muertos, más presos, más terror y fomentar la delación a cambio de unos pocos dólares o de la liberación de menores de edad. El control de los medios y las redes, el espionaje masivo, la ausencia absoluta de garantías judiciales y la impunidad de los elementos afines al régimen para instaurar el terror delatan al sátrapa Maduro, así como las protestas en medio mundo del exilio venezolano. La réplica de la operación Tun Tun que acuñara Diosdado Cabello en 2017 está resultando aún más cruel y brutal. Se trata de crímenes de lesa humanidad perpetrados al amparo de un aparato represivo que tortura y asesina sin contemplaciones, a placer, barra libre para matar. La sovietización consumada, el terror rojo en su máxima expresión.
La desesperación de Maduro se traduce en una vasta oleada de terrorismo de Estado contra una población cansada de esperar la reacción de la comunidad internacional y que sólo se tiene a sí misma y a una oposición que lucha con unas armas que nada tienen que ver con las pistolas y fusiles de los criminales a sueldo del régimen. El pueblo venezolano está dando un ejemplo al mundo mientras el tirano exhibe sus manos manchadas de sangre sin que eso parezca concernir a líderes como Pedro Sánchez, de vacaciones en Lanzarote con Illa y Zapatero.

