
El barrio más lamentable de Barcelona es, sin duda, la llamada villa de Gracia. Yo lo conozco bien porque durante un par de períodos distintos de mi vida, ambos también bastante lamentables, residí en él. El distrito de Gracia, pues a distrito lo ha elevado el Ayuntamiento, consiste en una especie de tapón informe compuesto por callejuelas angostas, ingratas y laberínticas, hábitat natural de un vecindario con reputación de levantisco y pendenciero, que se interpone, siempre hostil, entre dos zonas nobles de la ciudad: la Derecha del Ensanche y Sarrià.
En un artículo célebre, Salvador Sostres sugirió que había que entrar en Gracia con el Ejército. Aunque yo creo que ni con la Legión y los Regulares tomándolo al asalto se conseguiría el milagro de reconciliar con el jabón de ducha y el champú a los greñas de la CUP y demás compañeros de viaje que pululan abotargados por sus muchas plazas y plazuelas. Y es que, como igual pasa con la propia Cataluña, Gracia tampoco tiene remedio. La primera vez que me dio por instalarme allí, si bien de modo intermitente, fue muy poco después de la Transición. O sea, cuando todavía andaban las autoridades en la labor de cambiar el nomenclátor municipal.
Huelga decir que yo era muy joven y muy rojo, pero el asunto, no obstante, ya comenzó a inquietarme. Ocurrió cuando cierta mañana descubrí atónito que una de las contadas arterias principales que atraviesan el barrio, la que toda la vida respondiera por Menéndez Pelayo, había sido rebautizada como Torrente de la Olla ¡Yo residía en una supuesta gran metrópoli europea, culta y cosmopolita que era capaz de cambiar a Menéndez Pelayo por Torrente de la Olla! Pero era demasiado joven, así que no tuve los reflejos suficientes para largarme de Cataluña en aquel mismo instante germinal, el del ocaso de todo. En fin, la cosa viene hoy a cuento porque el alcalde Collboni, y también hoy, acaba de retirar los nombres de tres santas católicas - Santa Rosa, Santa Magdalena y Santa Ágata- de otras tres calles de ese abyecto erial urbano Tenía razón Sostres.
