
Dentro de pocas semanas comenzará el otoño. Ya sabes, cuando caen las hojas, el pelo, y casi todo en general menos los precios. Manzanas, sidra, y follaje enrojecido. Llega la hora de despedirse del verano y también de estas columnas satíricas de Usos y costumbres del verano con las que te he estado acompañando estos meses en la playa. Si crees que lo peor es la vuelta al trabajo es porque todavía no has pensado en todo lo demás que tienes que hacer al regresar a casa. Hay ocasiones en las que me gustaría vivir en una tienda de campaña. Caben menos trastos. Cabe menos suciedad. Cabe menos comida estropeada que olvidaste en el mueble de la entrada antes de irte de vacaciones.
Volver a la oficina
El geógrafo marroquí Ibn Battuta se pasó 30 años viajando. Recorrió más de 120.000 kilómetros y atravesó 44 países. Y lo más asombroso es que no le perseguía María Jesús Montero ni nada. Fue atacado por piratas, atracado por bandoleros, secuestrado y tuvo que esconderse una semana en un pantano sin nada que comer. Presta atención: lo suyo fue un agradable paseo en comparación con lo que te supondrá a ti volver a esa oficina por primera vez después de las vacaciones. Todo el mundo estará moreno, con energía, con ganas de trabajar, y de buen humor. ¿Puede haber algo más irritante?
Cambio de vestuario
Es hora de desprenderse de las camisas hawaianas y sacar la ropa de otoño. De hecho, es hora de desprenderse de esas camisas hawianas para siempre. No eres Tom Selleck en Magnum.
Aparcar el coche
Cuando por fin habías descubierto un lugar secreto donde aparcar el coche en el chalet de la playa, ahora tendrás que volver a pelearte con el día a día de la ciudad, donde es imposible encontrar una plaza libre. Fíjate bien. Si el coche no tiene pegatina ambiental, aparca donde te de la gana, porque el delito ya está cometido. Si tiene pegatina, no sé, apárcalo en doble fila en la puerta del Toni2 en Madrid, disfruta la noche, y toma una a mi salud. Y mañana ve a buscarlo al depósito de vehículos, te lo aparcan estupendamente. Lo aprendí de José Luis Coll.
Nada está en su lugar
Al volver a casa, nada está en su lugar. La mayoría de las cosas que no sabes dónde están aparecerán dentro de un año, cuando estés preparando las maletas para irte de vacaciones. No pierdas el tiempo buscando. Como mucho, si puedes, si has perdido algo muy importante, como un cartón de tabaco, las llaves del coche, o un bebé, pide ayuda a mamá. Ya sabes que las madres tienen un superpoder secreto del que tú careces: visión rayos x.
El regreso del frío
Ahora empezará a llover, la ciudad se convertirá en un infierno, llegarás a la oficina con los calcetines empapados, y no pararás de estornudar a todas horas. Y, el día que más mojado estés, siempre aparecerá un idiota que vive a mil quinientos kilómetros de la huerta más cercana diciéndote con alegría: "¡qué llueva, que esto es bueno para el campo!".
La emoción del deporte
En el infierno de volver a trabajar, solo nos quedará la compensación deportiva. Compra pizza y cerveza y abrázate a esa ilusión con todas tus fuerzas. Pero, cuidado, no a todas las mujeres les gusta este consejo. Recuerda aquella espeluznante apreciación de Dave Barry sobre su deporte favorito: "Si una mujer tiene que elegir entre atrapar una pelota y salvar la vida de un bebé, elegirá salvar la vida del bebé sin ni siquiera considerar si hay hombres en la base".
Volver al gimnasio
Es broma, ¿no?
Llamar a los amigos
Una de las principales aficiones del veraneante retornado es llamar a los amigos para tomar unas cañas, y contarles cada minuto de cómo han sido sus 21 días de vacaciones por China, la Polinesia francesa, y los fiordos noruegos. Si además de eso, te obliga a ver en su móvil los videos de quince minutos subiendo una anodina montaña, estás en tu derecho de vengarte. Lleva siempre encima un video con un par de horas de tu perro durmiendo en el jardín, enfocado en primer plano. Y pásate una hora y cincuenta minutos diciendo "espera, espera, que al final viene lo mejor". Cuando acabe el video y no ocurra nada en absoluto, dile, "coño, pues debe ser antes. Espera". Y vuelve a ponérselo.
Poner el despertador
El despertador es un invento de Satanás para perder a las almas por la vía de la desesperanza y la ira. La hora más temida por el veraneante es la de progarmarlo por primera vez. Los psicólogos recomiendan ir ajustando las horas de sueño poco a poco a medida que se acerca el día. No hagas ni caso. Aprovecha hasta el último minuto de juerga nocturna. Ya dormirás cuando estés muerto. Y estarás muerto mañana lunes, cuando suene el despertador a las seis de la mañana. Lo digo por experiencia. Lo he probado y esta columna es póstuma. Os quise mucho.