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EDITORIAL

Antes imitar a Maduro que condenarlo

De lo que se trata es de reconocer a González como presidente de Venezuela, no de reconocer la, por otra parte, nauseabunda y lucrativa labor de ZP.

Por vergonzoso que fuera, no sería de extrañar que un gobierno como el de Pedro Sánchez se negase a reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela por mucho que el fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro haya sido denunciado por todas las organizaciones democráticas del planeta, incluida la Unión Europea. Y esto por varias razones:

En primer lugar, porque el propio gobierno de Sánchez está sentando las bases en España para una ilegal transición desde una democracia liberal, como la surgida con la Constitución del 78, hacia un régimen autoritario y bananero como el que impera en Venezuela.

En segundo lugar, porque el propio PSOE de Sánchez conforma gobierno con una formación de extrema izquierda como Sumar, públicamente aliada y cómplice del caudillo comunista venezolano.

Por si esto fuera poco, José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno, que, a diferencia de Felipe González, ha respaldado la deriva nacionalista y ultraizquierdista de Sánchez, es quizá el único aliado que le queda a Maduro en Europa. Y Sánchez tiene mucho que agradecerle, como demuestran sus millonarias subvenciones a Onuart, la polémica Fundación del expresidente de gobierno español.

Tan es así que el gobierno de Pedro Sánchez ha tenido la desfachatez de utilizar la lógica falta de reconocimiento a la labor diplomática de Zapatero en la proposición no de ley presentada por el PP para que el parlamento español reconozca a Edmundo González como presidente electo de Venezuela como excusa para no apoyarla. Eso, y una excusa todavía más sonrojante: que la política exterior debe ser iniciativa del gobierno.

Para empezar, de lo que se trata con esa proposición no de ley es de reconocer o no a Edmundo González como presidente electo de Venezuela y no de reconocer la, por otra parte, nauseabunda y lucrativa mediación del expresidente del Gobierno con dictaduras como la venezolana o la china.

El hecho de que Zapatero haya podido contribuir a que España haya acogido como exiliado al verdadero vencedor de las ultimas elecciones venezolanas no constituye mérito alguno: a la postre, no es la primera vez que el dicho "a enemigo que huye, puente de plata" es aplicado por los dictadores para facilitar la marcha del país a los lideres de la oposición democrática. De hecho, el caudillo de Maduro no ha tenido problema alguno en manifestar este martes su "comprensión y respeto" a la decisión de Edmundo González de exiliarse de Venezuela. Y ciertamente esa acogida en España al líder de la oposición democrática quedaría coja y sería un motivo de satisfacción para el dictador si no fuese acompañada de una condena por parte del Gobierno español del régimen chavista y de un reconocimiento expreso a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Más aun, tratándose de España, que, por los lazos culturales que la unen al país hispanoamericano, debería no sólo formar parte sino liderar la presión europea para lograr una transición democrática en ese país hermano.

En cuanto a la excusa de que las iniciativas en política exterior corresponden al Gobierno, ¿desde cuándo le está vedado a un partido de la oposición presentar una proposición no de ley por el hecho de que trate de asuntos exteriores? ¿Y desde cuándo un Gobierno democrático marca la política exterior, o cualquier otra, sin el respaldo del parlamento, sede de la soberanía nacional? ¿Qué pretende hacernos creer este Ejecutivo que, por otra parte y al mismo tiempo, encomienda y pide reconocimiento a las labores diplomáticas de un expresidente de Gobierno como José Luis Rodríguez Zapatero?

Aún así, y salvo sorpresas de última hora, el del PSOE será el único Gobierno de Europa que se abstendrá o se opondrá a reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Y dado el apoyo del PNV a la propuesta del PP, que también respaldan Vox, UPN y CC, también será el único Gobierno que lo haga en contra de la mayoría del parlamento. Una vergüenza que, más que alejarnos, nos acerca al régimen chavista.

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