Corría 1984 cuando TV3 emitió una entrevista con el matrimonio Travesset, descubridores en la década de los sesenta de una tribu amazónica cuyos miembros hablaban catalán. Un prodigio. Los Travesset se encontraron en medio de sus exploraciones con una indígena que se manejaba perfectamente en la lengua de Pompeu Fabra y que les condujo a un remoto poblado donde, efectivamente, todo el mundo hablaba catalán. Según el relato de la singular pareja, los indígenas formaban parte de una tribu que acogía a un doctor en Medicina a quien llamaban "O Catalão", un catalán exiliado que amenazaba con dejar la tribu para volver a España en cuanto se muriera Franco.
Para no quedarse sin hechicero, los ancianos de la tribu decidieron que todo el mundo aprendiera y hablara catalán a fin de que el buen doctor se encontrara como en casa y accediera a permanecer en la selva en vez de regresar a su amada y añorada Cataluña. El fragmento de la delirante entrevista ha sido difundido en redes por el propio servicio de documentación de TV3 en vísperas de la "Diada", la fiesta regional catalana.
No es el único caso de tribu con el catalán como segunda lengua. En Cadaqués es fama que una concreta etnia bantú también habla catalán gracias al fecundo espíritu aventurero de un excursionista "boletaire" que recorrió vastos, abruptos e inexplorados parajes del golfo de Guinea.
La circulación de este tipo de disparates explica perfectamente la credulidad del independentismo frente a infundios como que Hernán Cortés y los hermanos Pinzón eran catalanes, al igual que Cervantes, que para más señas habría escrito el Quijote primero en catalán. Y si eso cuela, más aún que Salvador Illa es el presidente de Cataluña número 133, que el parlamento catalán es el más antiguo del mundo o que la Generalidad es anterior a Camelot y a Juego de Tronos también.
El rigor es lo de menos para el catalanismo. De ahí esos yanomamis que van por la selva cantando "Els Segadors". O esos fang de Guinea Ecuatorial, que además del inglés criollo, el "pichinglish", se expresan en la variedad alto ampurdanesa del catalán, más próxima al mallorquín que al catañol de Barcelona. Por no hablar de la Guerra de Sucesión convertida en una guerra de secesión por la historiografía catalanista, capaz de convertir en un héroe a un bellaco de la talla de Rafael Casanova.