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Sánchez, Albares y demás socialistas, cómplices de la dictadura venezolana

La posición socialista en Europa y el desempeño del Ejecutivo español en favor del dictador chavista no dejan lugar a dudas.

El reconocimiento por parte del Parlamento Europeo de la victoria de Edmundo González Urrutia en Venezuela con el voto en contra del PSOE pone de manifiesto otra vez el miserable y seguramente delictivo papel del Gobierno de Pedro Sánchez y su partido en el robo electoral perpetrado por Maduro y sus secuaces. La posición socialista en Europa y el desempeño del Ejecutivo español en favor del dictador chavista no dejan lugar a dudas. El Gobierno de Sánchez está con la dictadura y es uno de los principales obstáculos para la democracia en Venezuela. La complicidad con Maduro, Diosdado Cabello, los hermanos Rodríguez es absoluta, sin fisuras y está patroneada por el turbio Rodríguez Zapatero, convertido ya sin dobleces en un agente de la tiranía bolivariana en Venezuela.

El chantaje al que fue sometido el presidente electo González Urrutia en la misma residencia del embajador español y con la siniestra presencia de Delcy Rodríguez y su hermano es causa más que suficiente para que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, presente inmediatamente la dimisión por mentiroso y por difundir bulos del calibre de que no se había producido negociación ninguna. Albares aseguró que no había ninguna contrapartida a la salida de Edmundo González cuando éste fue forzado a firmar un documento en el que reconocía la victoria del sátrapa Maduro delante del mismo embajador español, otro que debería estar ya de vuelta a España expulsado de la carrera diplomática por haber dejado entrar en la residencia a delincuentes de la talla de los hermanos Rodríguez y por haber facilitado las coacciones contra el verdadero ganador de las elecciones en Venezuela.

Edmundo González fue trasladado de la embajada de los Países Bajos a la residencia del embajador español con el propósito de obligarle a reconocer la victoria imposible de Maduro, fue sometido a chantaje, amenazado y presionado mientras la dictadura retiene a varios de sus familiares. Y todo ello con el amparo del Gobierno de España, sin cuya colaboración sería muy difícil, por no decir imposible, que el perdedor de las elecciones, Maduro, siga al frente de los designios de los venezolanos. La secuencia de los hechos, las pruebas, las imágenes y las obscenas mentiras de Albares retratan a un Ejecutivo español absolutamente concertado con la dictadura venezolana, vinculado al enorme fraude electoral, copartícipe de la salvaje represión y entregado a la causa de pisotear los derechos y libertades de los ciudadanos de Venezuela.

El Gobierno de España está implicado en el sostenimiento del dictador Maduro, lo que le hace corresponsable de las atrocidades del régimen. Esa sentencia, formulada por el vicepresidente del grupo popular en el Parlamento europeo Esteban González Pons en Es la Mañana de Federico es inapelable. Albares no debería seguir ni un minuto más en el cargo y Sánchez debería dar alguna explicación sobre el deleznable papel de su Ejecutivo en toda esta lamentable historia. Pero no va a ocurrir ni una cosa ni la otra. El Gobierno de Sánchez ha caído ya tan bajo que ni siquiera prestar apoyo a los criminales que mandan en Venezuela supone sorpresa alguna. El régimen venezolano amenaza, extorsiona, coacciona, detiene a ciudadanos españoles con inverosímiles cargos y el Gobierno de España se dedica a darle cobertura internacional mientras el PSOE vota en contra del reconocimiento de Edmundo González. Y al fondo, Rodríguez Zapatero urde desde las sombras del crimen la política exterior y coloca a España al servicio de personajes tan abyectos como Maduro y de causas como la dictadura chavista.

El daño al prestigio internacional de España es inmenso, casi tan grande como el que está sufriendo la población venezolana. He ahí un Gobierno teóricamente democrático como el de Sánchez que presta ayuda a un régimen que asesina, secuestra, tortura y encarcela a los disidentes que, además, son los que han ganado las elecciones. Sentir asco, vergüenza e indignación es poco.

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