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La sangre de Feijóo por fin hierve

El líder de la oposición discursó indignado con el Gobierno, con su propio partido y, quizá, consigo mismo.

El líder de la oposición discursó indignado con el Gobierno, con su propio partido y, quizá, consigo mismo.
Feijóo interviene tras la comparecencia de Sánchez, que ha dado cuenta en el Congreso de las medidas adoptadas para hacer frente a la presión migratoria. | EFE

La delegada de Ferraz en la presidencia del Congreso, Francina Armengol, interrumpió a un Feijóo redivivo que, tras haber pedido perdón por el voto inconsciente del PP –bien por pereza, bien por nula comprensión lectora: escoja usted la opción más abyecta– a favor de conmutar las penas de cuarenta y cuatro terroristas de ETA, le decía al Gobierno, con la sangre hirviéndole como nunca: "Ahí se quedan siempre, con el aplauso de Otegi, de Txapote y de los demás". La tercera autoridad del Estado cercenaba el discurso del líder de la oposición exigiéndole que se ciñera al orden del día, cosa que no hizo, puesto que las purgas hacen pupa, con el marido de Begoña, que se marcó una chapa anacóndica sobre la "migración" y los "migrantes" –"inmigración" o "inmigrante" son vocablos fascistas–, pero que ni mencionó el Plan de Equilibrio Fiscal.

El PP inició este nuevo curso político como pisando cáscaras de plátano, comparando a Sánchez con Franco, versionando la propuesta de Sumar de cuatro días de trabajo semanal y votando, sin darse cuén, la reforma legal que beneficia, entre otros, al asesino de Miguel Ángel Blanco. Este miércoles, Feijóo discursó indignado. Indignado con el Gobierno, con su propio partido y, quizá, consigo mismo. Con la intención pírrica de enmendar su yerro, dirigiéndose a los españoles "decepcionados", "y tienen razón", con su grupo parlamentario, si bien "no es lo mismo un error que la bajeza moral de impulsar una ley a sabiendas" –nihil obstat, pero, macho, ¿todavía no sabes con quién te juegas las cuartos?–. Con toda la sinceridad y la humanidad que se le pueden presuponer a un político en ejercicio, le pidió a Sánchez "expresamente que retire la ley que deja sin efecto más de 300 años de prisión a los condenados por terrorismo de ETA": "Tiene cinco días, hasta el 14 de este mes. Si le queda un mínimo de conciencia, le ruego que aproveche y recapacite".

Con el paso de los minutos, el presidente del PP se caldeaba más y más. Desde una inocencia, a estas alturas de la película, ridícula, se escandalizó por que Sánchez garantizara a las víctimas "que no habría atajos para quienes generaron tanto dolor" y sugirió que a la nueva "Ley Mordaza", pactada con Bildu, la llamaran "Ley Encapuchada". Armengol sacó su fusil y, entonces, Feijóo dijo lo que debía y como debía: "Yo tengo derecho a hablar de la dignidad de los españoles asesinados por ETA. Tengo derecho y lo voy a hacer".

Después, hurgó en la herida de la "presidenta" Begoña –Patxi López dixit–, exponiendo, con recochineo grave, que "la Audiencia Provincial de Madrid le ha amargado la semana, e imagino que bastante más": "¿Qué va a hacer ahora? ¿Se va a querellar contra los tres magistrados de la Audiencia Provincial de Madrid? ¿Va a poner más ministros en el comité de censura?". Con respecto a la inmigración, le reprochó a Sánchez sus "cero recursos adicionales para atender a los menores en las CCAA" y las "cero palabras que ha dedicado a la tragedia de El Hierro"; sobre el Plan Fiscal, preguntó retóricamente "cómo va a comprometer un plan fiscal, que son las cuentas de España de los próximos siete años, si no puede comprometer su palabra para los próximos siete días".

Ya digo: las perchas del pleno eran la inmigración y el Plan Fiscal. Sánchez, previamente, sólo se ocupó de la primera en una perorata asesina, de tres cuartos de hora, minuto arriba, minuto abajo, de esas con las que el cíborg disfruta sabiendo que tortura al respetable, dibujando un invierno nuclear panorámico de bostezos y ojos enrojecidos. Sembró su sermón de lugares comunes: que si "España es un país de migrantes", que si "la derecha y sus socios de la ultraderecha intentan crear un monstruo donde sólo hay seres humanos buscando una oportunidad", que si la desinformación del "ejército de tabloides digitales, opinadores, de bots…", etcétera. La bancada popular le interrumpió poniéndose en pie y aplaudiendo cuando entró en el hemiciclo Mari Mar Blanco, quien se sentó al lado de Feijóo. El líder del otro partido que también, sin leerla, votó la ley que beneficia a etarras, Santiago Abascal, pasó de hablar del asunto –ojos que no ven, y lo que sigue– y se ciñó a los temas registrados. Alertó sobre la "invasión migratoria", "responsable de una catástrofe en nuestras costas, nuestras calles y nuestros barrios", pidió "deportaciones masivas" y una "profunda reforma fiscal dirigida a detener el expolio que sufren las clases medias, los trabajadores y los autónomos". A ver quién es el guapo que grita ahora "que te vote Txapote".

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