Yahya Sinwar, el terrorista más sanguinario y despiadado, es celebrado como un mártir por los suyos en Gaza, Líbano e Irán. Martín Zabaleta, el alpinista que llevó el emblema de ETA a la cumbre del Everest, es homenajeado en el estadio de San Mamés.
Nada nuevo bajo el sol. En 2008, San Mamés era el único estadio de España donde se abucheaba el minuto de silencio por una víctima de ETA, Isaías Carrasco. En Gaza, fueron muchos los ciudadanos que celebraron los asesinatos, violaciones y secuestros de Hamás el mismo 7 de octubre del año pasado.
Que Otegi se muestre exultante por el homenaje del club bilbaíno a uno de los suyos es lo normal. Tanto como que manifestantes propalestinos se paseen por Nueva York quemando banderas estadounidenses y enarbolando fotos del terrorista al que consideran un mártir.
Sin embargo, lo que no es normal, y lo que muestra el estado de descomposición civilizatorio de Occidente, es que haya entre nosotros quienes justifican a los terroristas de Hamás y ETA, tanto monta, monta tanto, ofreciéndoles coartadas de legitimidad y excusas para que anden inmunes e impunes por nuestras calles.
Por ejemplo, los corresponsales de RTVE se muestran una y otra vez hostiles contras la iniciativa bélica israelí para capturar y matar a los terroristas que proponen un genocidio antisemita, haciendo de correa de transmisión de las iniciativas antisemitas del Gobierno de Sánchez. Pero es que también en España se ofrece paraguas ideológico al mundillo etarra, lo que anima que se puedan hacer celebraciones proterroristas mientras que las gradas cantan, como es habitual en San Mamés, sobre todo en el fondo norte, "españoles, hijos de puta".
La excarcelación de etarras antes de que se cumpla su condena por parte de Pedro Sánchez y sus aliados golpistas y proterroristas, ayudados inconscientemente por la inepcia de los parlamentarios del PP y Vox, ha sido defendida por periodistas y académicos de izquierda como si fuese el colmo de la racionalidad y el humanitarismo, cuando no ha sido más que un síntoma del grado de cobardía moral, miseria intelectual y complicidad política de la izquierda política respeto a los terroristas, a los que consideran sin duda viles, pero, al fin y al cabo, "sus" terroristas.
ETA ha perdido las armas, pero ha ganado las letras. El relato de que los terroristas son mártires y héroes sigue estando vigente en Gaza y el País Vasco. La diferencia reside en que en Israel, Netanyahu no se pliega a los que desde Occidente le instan a rendirse ante el terrorismo fundamentalista. Los mismos que en su propia casa se subordinan a los terroristas domésticos. Gracias a que el Parlamento español, sesgado ideológicamente hacia la extrema izquierda y el nacionalismo radical que eran las bases de ETA, permitirá que los terroristas salgan antes de lo que les corresponde, la normalización del discurso proetarra y la manipulación histórica de nuestro pasado continuará porque es lo que favorece a los nacionalistas y a los socialistas en el poder político, académico y cultural.
Protestan las asociaciones de víctimas del terrorismo porque ahora tendrán que cruzarse por la calle con los que antes les mataban y ahora les humillan, pero ¿quién quiere escucharlas en el nuevo orden sanchista, auspiciado por Zapatero y blindado por Junts, ERC, PNV y Bildu? En San Mamés se ha pasado de abortar un minuto de silencio por una víctima a celebrar unánimemente a un proterrorista. Puede ser que ETA esté muerta, pero sus zombis están muy vivos.