
La hipocresía no está entre los defectos de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y objetivo prioritario de los ataques, invectivas, insidias e infundios de Pedro Sánchez y sus adláteres. El líder socialista ha llamado corrupta a Díaz Ayuso sin pruebas. Ha insultado y acusado al hermano de la presidenta madrileña sin pruebas. Ha organizado una cacería contra el entorno de la dirigente popular y ha fracasado en todos y cada uno de los intentos de derribar a la política que dirige la comunidad autónoma más próspera de España.
Una reunión con este presidente del Gobierno no es una iniciativa segura para una mujer que ha sido vilipendiada, maltratada e insultada por Sánchez. Las muestras de desprecio del líder del PSOE contra Díaz Ayuso han sido de tal calado que fuera del ámbito de la política se consideran delitos. De modo que acudir a un encuentro con este personaje sería como dar carta de naturaleza democrática a un comportamiento denunciable.
Quienes aducen que la presidenta de Madrid debería ir a la reunión por respeto institucional ignoran, seguramente aposta, que el inquilino de la Moncloa es el primero que se pasa ese concepto por debajo del arco del triunfo. Conviene recordar al hilo el demoledor texto de The Economist titulado "Pedro Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española" en el que se alertaba de que "gobierna a gusto de los nacionalistas radicales catalanes y vascos y a un coste creciente para la calidad de la democracia española y sus instituciones".
Así que en una democracia normal lo correcto sería que la presidenta de una comunidad autónoma acudiera a la llamada de un presidente del Gobierno de la nación, pero en estos momentos España dista mucho de ser una democracia normal, por lo que plantar a Sánchez es defender la democracia. La ley de amnistía, las anulaciones de condena en el Tribunal Constitucional en el caso de los ERE de Andalucía, los ataques de Sánchez al Poder Judicial, la vulneración sistemática de la separación de poderes y un concierto económico para Cataluña a fin de colocar a un presidente socialista en la región con el beneplácito separatista son algunas de las muchas pruebas del deterioro político.
En este contexto, reunirse con Sánchez es meterse en la boca del lobo y avalar su proyecto de destrucción de España. Los críticos en el PP con Díaz Ayuso deberían comenzar por dedicar más empeño a las tareas que les sean propias para evitar tropiezos como el de la convalidación de penas de los terroristas o la maquinación de endebles querellas cuyo efecto es reforzar a Sánchez. No vaya a ser que cuaje la idea de que es la oposición y no los separatistas vascos y catalanes quien sustenta al presidente del Gobierno.
