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Agapito Maestre

Sobre la UGT y el PP

UGT fue, es y siempre será la correa de transmisión del PSOE.

UGT fue, es y siempre será la correa de transmisión del PSOE.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante su participación en la inauguración del 44 Congreso Confederal de UGT. EFE/ Quique García | EFE

Los llamados sindicatos de clase en España están deslegitimados y desprestigiados en todos los ámbitos de la sociedad española. Sin embargo, noto que los dirigentes del PP están por la labor de mantenerlos en pie. Desconozco los conocimientos históricos que adornan a los señores Núñez Feijóo y Moreno Bonilla, dirigentes relevantes del PP, pero estoy seguro de que conocen perfectamente cómo el PSOE, en los años veinte del siglo pasado, pasó de ser un partido político de opinión, lánguido y desmedrado, a una potente y temible organización política de clase, gracias a la estrecha e irreflexiva alianza que fraguó Primo de Rivera con Francisco Largo Caballero, que siempre compagino con destreza la jefatura política del PSOE con la secretaría general del sindicato UGT. En otras palabras, la dictadura de Primo de Rivera terminó con todos los partidos políticos democráticos, en buena medida gracias a que contó con la complicidad de Largo. Primo de Rivera fue implacable con los partidos. No dejó en pie ninguna organización política de carácter democrático. Eso lo consiguió, como ha demostrado la mejor historia política de España de las últimas décadas, con la leal y extraordinaria colaboración de Francisco Largo Caballero, sucesor del primer secretario general del PSOE Pablo Iglesias (muerto en 1925) que, repito, era también el secretario general de UGT.

​Sí, Francisco Largo Caballero, quien fuera vocal del Consejo de Estado de su Majestad Alfonso XIII, cambió las tácticas violentas de Pablo Iglesias por las de colaboración con la dictadura de su tiempo. Si me es permitida la metáfora, la estrategia fue sencilla, a saber, crear fábricas de municiones y, mientras perduraba la paz, almacenarlas para cuando llegase la guerra. Largo se escondió detrás de la piel de cordero y colaboró con Primo, inclinó, como dijeran Maura y Fernández Almagro, la cerviz proletaria, especialmente representada por UGT, ante un Poder público omnipotente y prefirió cebarse a desmandarse. Lo primero era llenar la andorga y, luego, obviamente, hacer política. El cinismo de Largo Caballero contó siempre para llevar a cabo su fanática idea, su pretensión de hegemonía total respecto a los otros partidos, con el gregarismo de clase de la UGT. Partido y sindicato eran más que aliados, organizaciones fraternas, para acabar con todos los partidos democráticos y con las organizaciones sindicales de carácter profesional. La maquinaria política socialista, efecto colateral y, sin duda alguna, obra indirecta de la dictadura de Primo de Rivera, estaba destinada a arrasar con los despojos políticos, es decir, los débiles partidos políticos de la derecha surgidos en el año 31.

​Fue casi un milagro que los partidos democráticos, durante la Segunda República, consiguieran plantarle cara al partido hegemónico, el PSOE, entre otros motivos, porque la UGT desempeñó siempre el rol fundamental de ser la correa de transmisión del PSOE. Sí, UGT fue, es y siempre será la correa de transmisión del PSOE. Y si todo esto, que yo sintetizo precipitadamente, lo sabe cualquiera con unos pocos de conocimientos históricos, debemos suponer que también lo saben los dirigentes del PP. En este contexto histórico, al alcance de cualquier ciudadano medio, me resulta incomprensible el apoyo que los dos dirigentes citados del PP están dando a la UGT. Tanto el discurso del Núñez Feijóo alabando sin ton ni son a la UGT en su último congreso como la acción de Moreno Bonilla, en la Junta de Andalucía, cambiando una ley para que la sanción judicial impuesta a la UGT de Andalucía sea pagada con los impuestos de todos los andaluces, muestran que no exagero sí digo: nadie está haciendo tanto por la UGT como el PP.

​No sé, en verdad, si los dirigentes del PP actúan así por estulticia o por desconocimiento de la historia. Quizá sea por esos dos motivos a la vez, pero lo cierto es que el PP, aunque resulte paradójico, apoya que la UGT siga siendo una de las principales correas de transmisión de la ideología socialista. Álvarez de la UGT está al entero servicio de Sánchez. En fin, porque resulta escandaloso que los dirigentes del PP estén por la labor de seguir favoreciendo una de las peores lacras del sistema democrático español, desde los años veinte del siglo pasado hasta hoy, deberíamos tomarnos en serio que todavía haya gente dispuesta a decir que el PP sólo pretende comprar, o sea llenarles la panza, a los sindicatos en general, y a la UGT en particular, para mantener la paz social… ¡Bobadas!

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