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La comisaria Montero

A lo que va es a controlar el partido allí. Para eso, a Sánchez no le quedan leales, sino sólo ministros.

A lo que va es a controlar el partido allí. Para eso, a Sánchez no le quedan leales, sino sólo ministros.
María Jesús Montero. | LD/Agencias

La decisión de enviar a varios de sus ministros a reconquistar algunos de los territorios perdidos se interpreta como prueba del firme deseo de Sánchez de ganar las elecciones autonómicas de 2027. La idea es que ese éxito sea la antesala de la victoria en las generales que tendrían que convocarse a continuación. Mentira.

Es imposible que el presidente piense en serio que un chisgarabís como Óscar López pueda ganarle la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso. A lo más, llegará a recuperar la segunda plaza para el PSOE. Y, de conseguirlo, será sólo por la costalada de Iñigo Errejón y no por el talento que viera en él Pepiño Blanco. Tampoco puede Sánchez creer que Pilar Alegría, que apenas es capaz de repetir sin entenderlo el argumentario que le prepara todos los martes la secretaría de Estado de Comunicación, pueda recuperar Aragón para el PSOE. Diana Morant lo tiene mejor en Valencia, pero sólo porque el PP ha querido mantener en su puesto a Carlos Mazón, cuyo banquete en plena dana lo ha achicharrado sin posibilidad alguna de que pueda resurgir de sus cenizas. Lejos de ser un ave fénix, no pasa de gallinácea de vuelo bajo.

Los tres candidatos son muy flojos. Pero el papel de tornasol que demuestra que Sánchez no manda a sus ministros a reconquistar nada es el caso de María Jesús Montero. No tiene sentido intentarlo con alguien que pecha con tanto lastre. La carga va desde su participación en los Gobiernos de los ERE hasta el pago del soborno a los independentistas catalanes con el dinero de los andaluces, pasando por su implicación en el escándalo Faffe. Montero no va a Andalucía a reconquistar nada porque con esa mochila es imposible que pueda hacerlo. A lo que va es a controlar el partido allí. Para eso, a Sánchez no le quedan leales, sino sólo ministros. Y siempre que sigan siéndolo, pues su fidelidad sólo estará garantizada mientras se les permita pacer en el prado de los presupuestos.

Los independentistas, golpistas y filoterroristas nunca derrocarán a Sánchez mediante una moción de censura, pues jamás encontrarán a nadie que defienda mejor sus deletéreos intereses. La cuestión de confianza sólo la puede plantear él. Y sólo él puede disolver las Cámaras. De forma que el único capaz de descabalgarle es su propio partido. Hoy por hoy, eso es imposible. Pero, ¿y si resultara imputado? Le ha debido de parecer sensato tomar medidas preventivas para tal ocasión. En tal trance no sería imposible un movimiento desde abajo que exigiera que se aparte para dejar a otro socialista sin problemas con la Justicia dirigir el Gobierno en nombre del PSOE. Y para que tal revuelta interna sea del todo imposible, por muchos que sean los delitos que le imputen, necesita tener al partido en un puño. A eso va a Sevilla la comisaria Montero, y no desde luego a defender a la humanidad de ninguna ofensiva franquista. Por lo tanto, mandar ministros a luchar fuera de sus ministerios sin abandonarlos no es prueba de fuerza, sino de debilidad.

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