La derecha, en estado de pánico
Si alguien ansiaba saber qué pasaría si el colapso financiero del sistema llevase a la necesidad de recortar las pensiones, ahora ya lo sabe. La derecha comenzaría a temblar de miedo.
La derecha española está ofreciendo un espectáculo muy edificante con esa carrera alocada de sus gobiernos autonómicos para lanzarse a prometer billetes gratuitos de cualquier tipo de transporte público con el censo electoral al completo como beneficiario potencial del regalo. Ni el coronel Juan Domingo Perón en sus mejores años de gloria porteña consumó un alarde demagógico parecido al que el PP anda protagonizando ahora mismo, mientras redacto estas líneas. Al punto de que ya casi nada distingue a estas horas al populismo de la izquierda del populismo de la derecha. Y es que la derecha acaba de entrar en estado de pánico a raíz, paradójicamente, de haber logrado derrotar al Gobierno, con el auxilio inesperado del Payés Errante, en la votación del célebre Decreto Ómnibus.
Ocurre que España ha devenido, y ya desde hace bastante tiempo, en una gerontodemocracia donde la inversión de la pirámide poblacional ha llevado a que la base sociológica sobre la que se asienta el poder político esté constituida por los viejos. Y de ahí que los viejos formen el núcleo duro tanto del electorado del Partido Popular como del PSOE. Algo, ese predominio de la cohorte de mayor edad en las urnas, que conlleva un imperativo político asociado, a saber: quien se atreva a tocar las pensiones, no volverá a tocar la Moncloa.
Asunto que se parece bastante a un chantaje generacional. Y que de hecho es un chantaje generacional. Repárese, sin ir más lejos, en qué grupo de edad tuvo que pagar el grueso de la factura de la Gran Recesión de 2008 y en qué otro, por el contrario, no vió disminuir en nada su nivel de vida. Porque a lo que estamos asistiendo desde que a la partida de Puigdemont se le ocurrió votar lo que nadie esperaba es a un experimento de laboratorio. Si alguien ansiaba saber qué pasaría si el colapso financiero del sistema llevase a la necesidad de recortar las pensiones, ahora ya lo sabe. La derecha comenzaría a temblar de miedo. Y la izquierda daría en frotarse las manos. Mal presagio.
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