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La ideología, Razón de Estado

Demasiado joven para cataratas tan opacas. ¿O será quizás opacidad mental y no visual?

Demasiado joven para cataratas tan opacas. ¿O será quizás opacidad mental y no visual?
Mónica García. | Libertad Digital

Probablemente, es el mayor peligro al que una comunidad se expone, cuando se adentra en la administración de la cosa pública. Nada hay en contra de las ideas, más o menos ajustadas a la realidad en que vivimos; todas ellas, susceptibles de ser presentadas y discutidas, iluminando a los interesados, para su aceptación o rechazo.

Cuando sustituimos las ideas por los colonizados por ellas –los ideologizados–, estamos adentrándonos en un terreno enormemente peligroso, porque han sido muchos los muertos, resultado de las polémicas ideológicas.

Del virtuosismo de una idea, a la pasión y desbordada beligerancia de un ideólogo, imponiéndola –porque es la mejor– y aniquilando cualquier otra opción, media un abismo, en el que fácilmente, el mal sustituye al bien y el caos al orden cívico.

Ese peligro alcanza niveles de alto riesgo cuando la ideología –cualquiera que fuere– se convierte en Razón de Estado. En ella, la idea de que todo poder debe tener un límite –el respeto a los derechos humanos de cada miembro de la sociedad– probablemente será rechazada, si no por otro motivo, como refugio en el mal menor.

Comprenderán que esto lo hemos recordado con frecuencia cuando en el mismo Congreso de los Diputados se ha argumentado que la Cámara es soberana para legislar sin límites y sin restricciones, y que cualquier referencia a límites éticos, o a derechos fundamentales, atenta al propio concepto de soberanía del Estado. Después, los mismos que así se pronuncian, se escandalizan, y con razón, del Holocausto, aunque fuera aprobado en el Reichstag por aplastante mayoría.

En virtud de esa soberanía sin límites, la señora ministra de Sanidad postuló acabar con MUFACE, mutualidad de Derecho Público, por la razón de que "no es eficiente", y por la de ser "un modelo anacrónico".

Y no omito un tercer motivo de la señora García, para eliminar MUFACE, que es el que más me escandaliza: "los mutualistas se verán beneficiados". Sólo yo, como cada cual, estamos capacitados y legitimados, para decidir cuándo y cómo nos vemos beneficiados. Únicamente los autócratas creen saben mejor que nadie lo conveniente para cada cual.

Resulta sorprendente que la señora ministra, identificada ideológicamente con "Mas Madrid", considere anacrónicas opciones más libres de elección que la de sanidad pública única, para las que los mutualistas de MUFACE cotizaron en sus empleos públicos, adquiriendo así sus derechos de atención sanitaria.

La sorpresa es doble: junto a la ya dicha de anacronismo, la de desconocer los efectos benéficos que los mutualistas afectados tendrían, del sistema sanitario público. Sin embargo, en un reciente barómetro del CIS, la Sanidad Pública figura en el segundo puesto como mayor preocupación de los españoles, empeorando desde la crisis de 2008.

Me permito humildemente, señora ministra, aconsejar el trabajo de Marciano Sánchez Bayle y Madalina Crisbasianu, Principales problemas de la Sanidad Pública, que concretan en ocho los retos del modelo sanitario que usted considera beneficioso para los mutualistas de MUFACE, cuando sean expulsados del anacrónico en que hoy son asistidos.

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