
Cuando escucho a algunos brillantes "pensadores" de la cosa pública despotricar contra el América, First de Donald J. Trump, me invade un sentimiento de indignación. ¿Es acaso escandaloso que el primer gobernante de una nación tenga como fin primordial hacerla grande y colocar a sus ciudadanos en el primer puesto de sus objetivos y compromisos? ¿O es que resulta más natural que el presidente del gobierno de una nación, pongamos que hablamos de la nuestra, exclame: España, lo último (Spain, the last)?
Ya sé, ya sé. Los vasos comunicantes de la izquierda nacional e internacional y algunos poderes fácticos no tan fácilmente reconocibles a primera vista han dado la instrucción de atacar a Trump, haga lo que haga. Pero cuando se somete uno ciegamente a consignas, es conveniente, cuando menos, simular una cierta coherencia lógica y política. ¿Hay algún jefe de gobierno, sea en Francia, en el Reino Unido, en Alemania o en Italia, son ejemplos, que se atrevan a decir que para ellos los intereses de sus naciones son lo último?
En España llevamos años sin poder distinguir entre intereses generales e intereses particulares de un tipo sin escrúpulos, que llegó al gobierno de su partido con fraude y con currículo falso, que se ha mantenido situando a los enemigos de la nación entre sus socios y aliados y que nos somete a humillación y escarnio internacional dictando una política exterior sin consenso y sin fines nacionales que nos están hundiendo en el descrédito y la humillación.
¿A quién le interesa que el campo español esté en la ruina? ¿A quién que hayamos perdido un 30 por ciento de las explotaciones ganaderas (el 50 por ciento de las porcinas) y casi 130.000 puestos de trabajo en ellas? ¿A quién le interesan la Agenda 2030, el acuerdo de la Comisión Europea con Mercosur y el Pacto Verde Europeo que arruinan al campo español? A nuestros agricultores y ganaderos, no, y por ello vuelven a salir a las calles.
¿A quién interesa la entrada indiscriminada de inmigrantes en el territorio nacional, que es territorio europeo? Si hasta el Vaticano (ah, la caridad para otros) impone nuevas medidas de prisión y elevadas multas contra la inmigración irregular, ¿a quién interesa que el gobierno español sostenga una política de puertas abiertas, con papeles o sin ellos, sometiendo a Comunidades como la canaria, la andaluza y otras, en zona de peligro estratégico, a presiones insoportables y a un futuro incierto?
¿Y a quién le interesa que parte de estos inmigrantes se distribuyan de manera injusta y no igualitaria entre las demás regiones españolas, sin tener en cuenta su economía, sus ingresos, su capacidad o sus deseos? ¿A quién le conviene que los gobiernos vasco y catalán queden exentos de contribución solidaria y aspiren a controlar sus "fronteras" para perjudicar a los demás españoles, charnegos y maquetos?
¿A quién le ha convenido que el gobierno haya aceptado la legitimidad de la ocupación marroquí del Sahara tirando a la basura décadas de política exterior común? ¿A quién le interesa ayudar con compras de petróleo y gas a la Rusia de Putin, invasora de Ucrania? ¿A quién que España no tenga energía nuclear barata y limpia cuando Francia nos vende la suya y Marruecos se apresta a producirla sin cortapisas?
¿A quién le interesa la presencia del gobierno en Telefónica y en otras empresas, periodísticas incluso? ¿A quién le conviene que se ponga en cuestión el tercer poder del Estado, el judicial, con ataques a los jueces y magistrados? ¿A quién que el Tribunal Constitucional se erija en instancia supersuprema para liquidar al Tribunal Supremo? ¿A quién que el Fiscal General del Estado, qué borrón, se haya convertido y arrastrado como Fiscal General del Gobierno?
¿A quien le convino y le conviene que los herederos de ETA, demasiados de ellos exetarras, hayan visto blanqueados sus crímenes contra mil españoles, decenas de miles de heridos y casi 200.000 vascos exiliados? ¿A quién le interesa el silencio de sus víctimas? Fíjense cómo se ha celebrado que, en la gala de los Goya, la productora de la premiada La infiltrada haya dedicado unas palabras a las víctimas. Lo que debería ser normal en una nación digna, ¿a quién interesa que no lo haya sido desde 2004?
Y así podría seguirse y seguirse. ¿Qué intereses se están defendiendo y por qué? ¿Los de España como nación común y constitucional o los de un tipo que ha ocupado su partido y, con los enemigos de la nación, está ocupando las instituciones para adulterarlas? ¿Y nos escandalizamos porque Trump diga, y cumpla, que America, first? Eso es lo natural en una nación digna de tal nombre.
Lo que resulta insoportable, cada vez más, es que este tipo proclame con todo cinismo Pedro Sánchez, first y España, the last, y sus cipayos interiores, sus lacayos a sueldo y sus oscuros cómplices logren que toda oposición eficaz sea imposible. Feijóo, Abascal y demás, ¿es que acaso tal infamia no merece siquiera una reflexión compartida? Reúnanse, coño, de una vez y dennos un poco de esperanza. España, first.