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Frankenstein contra la Gran Coalición

La CDU se puede ahorrar tranquila un pacto con los que campan a su derecha porque tiene la garantía de que los socialdemócratas no van a armar un Frankenstein.

La CDU se puede ahorrar tranquila un pacto con los que campan a su derecha porque tiene la garantía de que los socialdemócratas no van a armar un Frankenstein.
Pedro Sánchez. | Europa Press

El día en que se votaba en Alemania, Pedro Sánchez sacó de paseo a un viejo falso amigo. Es antigua costumbre que los socialistas españoles reciten un cuento que contrapone una derecha europea moderna y moderada con una española, aviesamente ultramontana y retrógrada. Esta vez le tocó a la CDU alemana hacer de derecha buena, por su compromiso de no pactar con Alternativa para Alemania, partido que, como se vería poco después, quedó por delante de los desfallecidos socialdemócratas. El madrileño quiso resaltar que, en tierras germanas, "en ninguna ecuación de gobernabilidad entrará la ultraderecha" e impartió a los queridos niños que esa "es la diferencia entre una derecha moderada y una derecha tutelada por la ultraderecha", en vez de decir algo más parecido a la verdad. Algo como que esa "es la diferencia entre una derecha que tiene el apoyo de los socialistas para gobernar y otra que no lo ha tenido ni lo tendrá, mientras yo tenga el mando".

A Sánchez no le han traducido bien la fórmula de gobierno que se emplea en Alemania y que está en las antípodas de la suya. La fórmula magistral alemana se llama Gran Coalición y permite que la derecha no tenga que pactar con un partido radical a su derecha, e igual, si se diera el caso, que los socialdemócratas no tengan que pactar con un partido radical a su izquierda. En Alemania, los dos grandes partidos se ponen de acuerdo para gobernar juntos, cuando la alternativa es depender de socios poco deseables. Todo el secreto de la moderación alemana que Sánchez falsamente celebra está ahí. La CDU se puede ahorrar tranquila un pacto con los que campan a su derecha, porque tiene la garantía de que los socialdemócratas no van a armar un Frankenstein para arrebatarle la posibilidad de gobernar.

Para el partido de Sánchez, die Grosse Koalition es anatema. Antes que dejar gobernar al PP o ser socio menor de un gobierno del PP, prefiere mil veces que le expriman los más indeseables. Sus "no es no" todavía resuenan, obtusos y sectarios. No se molestó en repetirlos cuando el PP fue el partido más votado en julio de 2023. Estaba claro que iba a hacer lo contrario de lo que harán ahora los socialdemócratas alemanes, que es negociar un gobierno con los ganadores de las elecciones, los cristianodemócratas de Merz. En Alemania es impensable un Gobierno sometido a las caprichosas exigencias de partidos contrarios a la Constitución, maniatado y paralizado, pero en la España de Sánchez la aberración resulta la normalidad.

La Gran Coalición no es la octava maravilla. No es más que una solución puntual para situaciones donde cualquier otra alternativa sería peor. Alemania está recurriendo en exceso a esta salida de emergencia y sus elecciones se están volviendo un deporte en el que siempre acaba ganando la Gran Coalición. Pero comparado con el Frankenstein de Sánchez, no hay color. Los gobiernos de Gran Coalición alemanes, ese súmmum del consenso, pecarán de falta de ambición y tenderán a sofocar la pluralidad, pero no causan daños ni divisiones profundas. La fórmula elegida por Sánchez está destinada a causarlos. Son sus condiciones de supervivencia.

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