
Casi todo está dicho, y hoy viene al caso la sentencia de Francisco de Borja, IV Duque de Gandía... cuando al tener que comprobar que el cadáver del féretro que se le mostraba a su llegada a Granada —tras 17 días de su óbito en Toledo (mayo de 1539)—, correspondía a Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, y ante el horror de la imagen en descomposición, exclamó: "Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir".
La frase quedaría para la historia como la incongruencia de valorar en exceso lo temporal, frente a lo permanente. De hecho, no son pocos los que siguen valorando lo efímero, olvidando su temporalidad, y menospreciando lo permanente.
¿Es propio de la acción política apostar, como se dice, por el muy corto plazo, por ser las medidas que más influirán en unas hipotéticas elecciones? Personalmente me gustaría saber, extremos que no conozco, pero que hoy concretaría en una cuestión al presidente Sánchez: en su experiencia de gobierno ¿qué valor otorga a la frase entrecomillada al comienzo, atribuida a San Francisco de Borja?
La pregunta no creo que carezca de sentido, sobre todo dirigida a quien está en los medios de comunicación —prensa escrita—, con títulos muy llamativos tales como: "El gobierno se rompe en política de defensa", o "El rearme de la UE desarma el Plan Sánchez", también "Críticas contra Sánchez en la UE por su falta de solidaridad en Defensa". Ante tales titulares y sus contenidos, el español medio se pregunta acerca del papel de nuestro presidente de gobierno, y lo que es más grave, cuál es el papel que juega España en el contexto europeo y en el internacional.
Llevando la cuestión a una dimensión puramente interna, parece cierto lo que se dice en el primero de los titulares mencionados. Simplemente, porque la fractura del gobierno, cuando se tratan problemas que afectan a la defensa, y no sólo, es tan evidente que cualquier discusión sobre ello no hará más que ahondar en las discrepancias internas, cuya extrapolación, a la posibilidad real de gobierno, estará más que fundada.
Ante esas discrepancias, tan profundas que imposibilitan un acuerdo serio, unánime, del Consejo de Ministros, acorde con lo que exigen los tiempos actuales, y acorde también con lo que espera la Unión Europea de cualquier país miembro, en momentos de especial dificultad, resulta sorprendente que nada ocurra en el interior, que no produzca ceses ni nombramientos, creando la imagen de un Consejo de Ministros estéril y de un presidente incapaz para la tarea.
¿Puede el presidente Sánchez seguir presidiendo el Consejo de Ministros cuando no consigue concluir en acuerdos ejecutivos, capaces de comprometer a la nación española, como miembro de la Unión? ¿Qué elementos prioriza el presidente, si no es la capacidad para gobernar? En ese escenario ¿dónde queda la dignidad personal de don Pedro Sánchez, que debería ser un valor más elevado —en cuanto que atributo humano—, menospreciada por unos votos efímeros, sin garantías para la función de gobierno, cuyo éxito o fracaso, dependerá de sus resultados?