
Una de las sorpresas que nos ha dado la vida en estos últimos meses es la cantidad de geopolíticos y geopolíticas por metro cuadrado, presentólogos aliñados con condimentos futurológicos, que nos ha deparado el destino tras la inesperada invasión de Ucrania desde 2014. En aquel entonces gobernaba Estados Unidos un tal Barack Obama, demócrata. Fue tan desinhibida aquella transgresión del derecho internacional que en 2022 se consumó otra. En aquel tiempo, quien gobernaba Estados Unidos era el tal Joe Biden, otro demócrata.
En libros, en artículos de prensa o revistas, en las tertulias de la radio y la televisión y, muy especialmente en los cientos de canales de YouTube que enredan constantemente sobre el sentido de lo que ocurre (que sus "expertos" creen saber con claridad meridiana), todos los días asistimos a la ceremonia del adoctrinamiento intensivo de las masas casi amorfas en que nos hemos ido convirtiendo por la degeneración de las democracias europeas.
Después de la imprevista victoria de Donald J. Trump en 2024, uno de los personajes más descalificados en vida que yo haya conocido, los geoanalistas pulularon por doquier convencidos de que disponen de información relevante y herramientas racionales para desentrañar lo que aparece como un caos ininteligible. Los mejores de entre ellos, el propio equipo del nuevo presidente, con muchísima más capacidad de examen y previsión, anunciaron un inminente fin de esa guerra.
Se decía en el Jerez de la Frontera en el que nací y me crié que allí sólo podía serse verdaderamente dos cosas: o señorito o caballo. En efecto, yo no nací señorito. Pues ahora, en el mundo mundial que se nos presenta todos los días sólo puede serse trumpista o antitrumpista. O estás con Trump en todo y sin matices, o estás contra Trump, del mismo acrítico modo.
Los trumpistas creen que su ídolo será el salvador de la civilización occidental (?) debilitada por unas izquierdas cambembas que han seducido a las derechas pusilánimes que han abandonado toda defensa de sus naciones, sus valores y sus realidades por platos sucesivos de lentejas autoritarias.
Los antitrumpistas afirman que este loco ignorante aventurero abjura de su origen europeo y, trufado con nacionalismo imperial y poder descarnado con la vista puesta en China, va a reventar el mundo conocido. Sí, nos sume en una vorágine peligrosa (muy para algunos, los menos) y muy cara para todos, a menos que Europa desemboque en un Estado supranacional.
¿Y la magia del Kremlin? Me intriga que para muchos Rusia parece no existir o que hará lo que los demás le dicten. En los libros del "reinicio" apenas se la mencionaba, al contrario que a China, la bien tratá. Pues miren, le llaman "el mago del Kremlin"[i] al más vitoreado asesor estratégico de Putin hasta 2020, Vladimir Sourkov, especialista en teatro, conocido como el "cardenal gris" e incluso como el Ras-Putin de la "democracia soberana rusa", más parecida a la orgánica de Franco que a las liberales conocidas. Pues este tipo ha hablado el pasado mes de marzo. ¿Alguien lo ha escuchado?
Lo ha hecho, y no es frecuente ni puede ser casual, en L´Express. En su primera entrevista tras la segunda invasión de Ucrania, ha dicho cosas como éstas:
—¿Qué resultado podría considerarse una victoria para Moscú?
—El aplastamiento militar o militar y diplomático de Ucrania. La división de este cuasi-estado artificial en sus fragmentos naturales. Puede haber maniobras, ralentizaciones y pausas en el camino. Pero este objetivo se alcanzará… Para Rusia, la expansión permanente no es una idea más, es la condición existencial de nuestra existencia histórica.
—¿Cuáles considera usted que son las fronteras de Rusia?
—El mundo ruso no tiene fronteras. El mundo ruso está dondequiera que haya influencia rusa… Así que nos expandiremos en todas direcciones, hasta donde Dios quiera y tan fuertes como seamos.
—¿Qué pasa si no hay quienes no quieren formar parte de este "mundo ruso"?
—Es Europa la que ha ignorado la subjetividad del pueblo ucraniano al apoyar dos golpes de estado en Kiev. En 2014, por ejemplo, más de la mitad de los ucranianos hablaban ruso a diario, tanto en el trabajo como en casa... La cooperación pacífica se vio impedida por dos golpes de Estado respaldados por Occidente en Ucrania, en 2005 y 2014. En ambos casos, los ucranianos fueron sometidos ilegalmente al dominio de una minoría agresiva, motivada por las leyendas de una etnografía politizada y los espejismos de la integración europea. Esta minoría condujo a Ucrania a la guerra.
—¿Y Europa?
—Debemos darles la oportunidad de salvar la gran cultura europea, hermana de la rusa y la estadounidense ( el "gran Norte" del futuro)… El liberalismo y la democracia liberal no están obsoletos. Lo que les sucede actualmente es simplemente una crisis; no están muriendo. Pero la idea de que son universales e intrínsecamente superiores a otros sistemas está muerta.
—¿Qué libertad puede existir sin libertad política?
—Para mí, la libertad no tiene absolutamente nada que ver con la política. Para mí, un director de cine que, en una democracia liberal, no se atreve a contratar a un gran actor porque ha sido "cancelado" por denuncias calumniosas, es un esclavo. Para mí, un hombre blanco que se arrodilla ante un hombre negro porque un hombre blanco alguna vez lastimó a un hombre negro es un esclavo. Para mí, un director de empresa que recluta a alguien para un puesto de responsabilidad, no porque sea el mejor, sino por ser transgénero, es un esclavo. Sin embargo, todos estos esclavos tienen, al menos en teoría, plena libertad política.
Ahí lo dejo, aunque no son aranceles al uso, para los geopolíticos a granel.
[i] Así se titula la recreación novelada del personaje perpetrada por el italiano Giuliano da Empoli
