
A día de hoy el Partido Popular disfruta de una sólida y amplia mayoría absoluta en la Junta de Andalucía que, hace tan sólo una década, parecía una ensoñación, una quimera. Es evidente que las políticas de Juanma Moreno han contribuido a que el andaluz medio se convenza de que otra Andalucía es posible: sin corrupción sistémica, sin infierno fiscal al menos en el ámbito autonómico, sin tercermundismo sanitario, sin la perpetuación de las aulas prefabricadas en los colegios (ahora se colocan mientras hay obras, no in eternum) y sin esa sensación de que el cortijo es mío y lo será para siempre que nos acompañó durante 38 años.
Pero para llegar a esto, para probar el punto de sal del guiso, fue necesario un detonante, un motivo para que, en un entorno de multipartidismo y con las proporciones electorales adecuadas, se pudiera producir un primer gobierno democrático no socialista en Andalucía.
El caso de los EREs fue ese detonante, lo que nos permitió llegar hasta la cuchara sopera con la que probamos el potaje. El tinglado que se desarrolló en Andalucía con los EREs a partir del año 2003, despegando desde Mercasevilla y aterrizando en la investigación que la valiente juez Mercedes Alaya inició en 2011 fue la munición perfecta para que los andaluces se atrevieran a desmontar una estructura perfectamente organizada y encaminada perpetuar el socialismo en el poder, apoyándose en pilares como el sindicalismo, los medios pagados, Canal Sur colonizado, las universidades controladas y los movimientos civiles correctamente abonados.
Hizo falta que a los socialistas andaluces se les fuera la mano en el control de todo lo que se movía en el territorio, con un caso tan escandaloso que llegó a batir el récord histórico de la corrupción en España, con los ya famosos 680 millones de euros defraudados. Parecía imposible que alguna vez gobernara un partido que no fuera el PSOE en Andalucía, pero como todo ser u organismo ensoberbecido, el socialismo cometió el error de creerse invencible, de convencerse de que todo valía.
Hoy, Andalucía ha pasado de estar a la cola a situarse en cabeza de todos los principales indicadores económicos, ha abandonado ese tercermundismo sanitario que adornaba los pasillos de los hospitales con camas y enfermos, ha terminado obras que llevaban décadas varadas, ha bajado impuestos y subido sueldos como los de los sanitarios, ha multiplicado el presupuesto de inversión en educación, sanidad y gasto social, ha abandonado las políticas que permitían colocar a la mujer de un alto cargo por la cara en un organismo en el que no hacía nada y que luego dijera que dedicaba a utilizar un programa informático que había desaparecido del mapa décadas antes, por no hablar de la febril actividad en prostíbulos como el Don Ángelo sevillano, donde Juanma Moreno inició su campaña electoral el año de su primer gobierno.
A estas alturas, entiendo que a todo el que haya llegado hasta aquí, lo que estoy relatando le suena mucho a lo que está viviendo el PSOE actual, el del sanchismo, el del Partido de Chapote, con la diferencia de que a éste sólo le ha costado seis años llegar a esto, por los 38 de los hombres de Chaves, Griñán, Susana Díaz, MJ Montero y compañía.
Hoy la actualidad del Partido Sanchista Trolero Español pasa por la evolución de los casos de la mujer y del hermano del presidente del gobierno, ambos imputados por lo mismo, por estar donde no se habían ganado estar; del secretario de organización y ministro fuerte del gobierno que enchufaba a sus sobrinas en empresas públicas donde jamás llegaron a verles las caras; por las profundas sospechas de que varios ministros y futuros ministros se lo llevaron crudo con la compra de mascarillas en plena pandemia; por los negocietes como mínimo turbios con terceros países, de una calidad democrática como por ejemplo la de Venezuela; por el gasto de ingentes cantidades de dinero público en rescatar empresas que, no sólo repartían beneficios justo antes de ser rescatadas, sino que además pertenecían a personajes que luego patrocinaban aventuras pseudo-empresariales de la mujer del presidente o de algún ministro; por las bacanales sexuales en el Parador de Teruel y no sabemos en cuántos paradores o antros más, con dinero público como el que se utilizaba para pagar con tarjeta en el Don Ángelo; por una nauseabunda peste a putrefacción de todo lo que rodea al personaje central de esta trama que no es otro que Pedro Chapote, aquél que llegó al poder afirmando que no negociaría con filo-terroristas y que ahora recibe en Moncloa, para someterse a su criterio, a quien colocaba en un periódico la diana sobre las que habían de ser víctimas de ETA.
Y la pregunta es, ¿qué es lo que diferencia a aquel PSOE de los EREs, aquel partido del cortijo, de éste de Begoña y de el señor Chirimollas, don David; de Ábalos y Koldo; del Parador de Teruel y de sus Jéssicas; de las mascarillas y el rescate de Air Europa o el de Plus Ultra; de Javier Hidalgo, de Víctor de Aldama y de los másteres de la maestro Ciruela, doña Begoña? Pues seguramente la única diferencia sea el tiempo, el tiempo que ha hecho falta para montar todo eso. Porque mientras a aquel PSOE andaluz del que tenía dinero "para asar una vaca", según decía su madre, le hicieron falta décadas para asentar todo ese entramado, al Partido Sanchista Trolero Español, el Partido de Chapote, le ha bastado con seis años. Una cosa no se les puede negar: rápidos son, desde luego.