
Sus camaradas le habían pedido que rectificara y cesara en sus críticas a la dirección del Partido. De no hacerlo entenderían que se "autoexcluía". Carrillo ni rectificó ni cesó y le "autoexcluyeron". Eufemismo de expulsión.
El 22 de abril de 1985, Carmen Menéndez firma el acuse de recibo de una carta certificada. El destinatario es su marido, Santiago Carrillo Solares —Plaza de los Reyes Magos, Madrid— y el remitente: D. PCE, calle Santísima Trinidad, 5. El documento lleva por encabezado: "Comunicándole resolución del CC del PCE de 19-4-85 que le excluye del CC". No le asesinaron en el Comité Central como fantaseó Vázquez Montalbán. Fue una defunción política.
El pasado Sábado Santo se cumplieron 40 años de la defenestración de Carrillo y 18 de los suyos. Todos eran miembros del Comité Central. La mayoría acabó en el PSOE. A buen hambre no hay pan duro. El presidente Adolfo Suarez legalizó el PCE en otro Sábado Santo, el de 1977. Ocho años después los comunistas colgaban el cartel de "liquidación por cambio de negocio" y se inventaban Izquierda Unida. Ahí siguen agazapados. Su secretario general, Enrique Santiago, es diputado y escucha al CNI en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso.
Cataluña, carcoma de todo lo que suene a España, también lo fue en la descomposición del PCE y, coincidencias, contó para ello con la colaboración soviética. Que, esta vez sí, fue decisiva. Del 2 al 6 de enero de 1981, el Partido Socialista Unificado de Cataluña celebró en Barcelona su V Congreso. Del PSUC eran ocho de los 20 diputados del PCE en las elecciones generales de 1977 y el mismo número de los 23 que se obtuvieron en las de 1979. Era la tercera fuerza política en Cataluña. En 1981 decidieron suicidarse y provocaron que el PCE entrase en coma. Visto en perspectiva, hicieron un buen servicio a la democracia.
El viejo aparato del PSUC clandestino —formado por los prosoviéticos Ardiaca, Serradell y su esposa Abril— controló el desarrollo del V Congreso y logró un triunfo político que partió en dos al partido. 424 delegados votaron a favor de eliminar el término "eurocomunismo"; 359 en contra y 21 se abstuvieron. Así lo analiza Carrillo en sus Memorias: "El mal estaba hecho y el PSUC no volvió a levantar cabeza; se produjo una escisión patrocinada por la dirección soviética y surgió el Partido Comunista Catalán".
Ese "patrocinio" al que se refiere Carrillo lo coordinó Igor Ivanov ("el que mandaba de verdad en la Embajada de la URSS era Ivanov, que hablaba un español perfecto, simpático, abierto, duro y de la KGB", Alfonso Ussía dixit). En el Kremlin le habían puesto la proa a Carrillo y provocaron una nueva escisión. En octubre de 1983, Ignacio Gallego, que dos años antes era el responsable de organización del PCE, comunicaba su salida: "En España hay más de 100.000 comunistas que abandonaron el partido o fueron expulsados, entre otras razones, por su identificación con las ideas leninistas y por su simpatía hacia la Unión Soviética". A los dos meses —enero de 1984— fundaba el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) con el propósito de "unificar las luchas de la clase obrera". Escindirse para trabajar por la unidad, un clásico.
Cuando se acabó la pasta de los camaradas rusos, los del PCPE se apuntaron a IU. ¿Saben ustedes qué fue de los barandas prosovieticos de Madrid? Uno de ellos se llama José Antonio Moral Santín. "El exdirigente comunista en la región ha pasado de diputado regional —por IU— y vicepresidente de Caja Madrid a ingresar en la cárcel de Soto del Real por gastarse casi medio millón de euros con una tarjeta". El otro, Ángel Pérez. "IU federal expulsa al portavoz en la Asamblea de Madrid por el caso Bankia". Años más tarde a Pérez le ficharon para ese bluf que vendieron como esperanza de la izquierda para las europeas de 2024: "Izquierda Española ficha para el 9J al exdirigente de IU Ángel Pérez".
"Spain: Communism in Crisis" es el título de un informe de la CIA (EUR 85-10142, agosto 1985). En el documento se pronostica —tampoco había que estudiar en Langley para hacerlo— que: "Es probable que la ausencia de un partido comunista fuerte durante este período refuerce la capacidad del presidente socialista González para seguir una vía intermedia. En particular, mejorará sus posibilidades de mantener a España en la OTAN, de integrarse militarmente en la Alianza y de renegociar el acuerdo bilateral con Estados Unidos en términos aceptables para Washington". Eran otros tiempos. Ahora Trump pone el cazo.
Despechados, Carrillo y sus fieles tuvieron una visión: la crisis del capitalismo estaba al caer. Así que en un plis plas fundaron un partido muy revolucionario: el Partido del Trabajo de España-Unidad Comunista. Don Santiago pidió cita con su amigo Kim Il-Sung, de Corea del Norte, y este le dio unos dólares a cambio de hacer lobby a favor del reconocimiento diplomático por el Gobierno español. También le regaló unas cajas de agujas de acupuntura para que se sacara unas perrillas. La cosa no funcionó. Tuvieron otra visión y se afiliaron al PSOE —a Carrillo le dijeron que mejor no—. Fueron felices y comieron perdices. Algunos más que otros (a Enedina Álvarez, que era la mujer de Adolfo Piñedo —jefe del partido— la colocaron en Caja Madrid y terminó procesada por gastarse 47.000 euros). No estaba acostumbrada de tan marxista que era y le dio un empacho de capitalismo.
Y ya para terminar volvamos al Comité Central del 19 de abril de 1985. Los dirigentes del PCE, con cargo de conciencia por lo que habían hecho, se pusieron como penitencia trabajar por la unidad y acordaron crear una comisión política "encargada de la puesta en marcha de la convergencia de izquierda". A los pocos meses fundaron Izquierda Unida. Uno de los primeros que se apuntó fue Ramón Tamames, que todavía no se teñía el pelo ni conocía a Abascal.
Y así, sin solución de continuidad, pasando por unos cuantos cismas y otras tantas alianzas, llegamos a Yolanda y su Sumar. A Pablo y su Podemos. A Maíllo y su IU. Los tres basan "su análisis de la realidad y su práctica política en las aportaciones del marxismo-leninismo y el socialismo científico" (Estatutos XXI Congreso PCE). Los tres son marcas blancas del comunismo. Da que pensar que todo esto se lo debamos a un tal Igor Ivanov.
