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Balas y antisemitismo

Si los socios de Sánchez son antisemitas, ¿qué es el presidente que les permite esos comportamientos, los alienta y con no poca frecuencia los imita?

Que Pedro Sánchez está dispuesto a asaltar nuestro bolsillo para seguir en el poder es una obviedad que todos conocemos, pero no está de más recordar: miles de millones del presupuesto público se han entregado o se han comprometido sólo para que el marido de Begoña Gómez no tenga que abandonar Moncloa, amén de otras concesiones que todavía son más graves y, por supuesto, de saltarse a la torera la letra y el espíritu de la Constitución.

Con su historial, los millones de euros que nos va a costar rescindir un contrato de compra de balas con una empresa israelí pueden parecer una minucia, aunque la cifra final será mucho más alta que esa: seguro que habrá que abonar también indemnizaciones –es imposible que ningún tribunal no las ordene después de una decisión así de arbitraria y con ese tufo racista– y, obviamente, las balas habrá que comprarlas a otro proveedor, que visto lo visto es probable que las cobre a un precio más alto, por si acaso.

Sin embargo, casi más indignante que los millones de euros que esto nos va a costar es que el Gobierno argumente que la decisión se toma "por razones de interés general", como si a los españoles nos interesase que el dinero de nuestros impuestos se destine a indemnizaciones a empresas y a gastar el doble o el triple de lo que algo podría habernos costado.

Por supuesto, todo este asunto tiene otra cara que todavía es más siniestra: el antisemitismo que rezuma. Pedro Sánchez tiene unos socios tan judeófobos como para prohibir que España comercie con empresas de un país democrático, que es un aliado de Occidente y que encima tiene que enfrentarse alguna de las peores dictaduras del planeta y a hordas de asesinos capaces de matar a mujeres mientras las violaban, asesinar niños y torturar a familias enteras.

Ni la Rusia del criminal Putin, ni la Venezuela de Maduro ni, por supuesto, la Cuba comunista o el Irán terrorista tienen que enfrentarse a este tipo de embargos o restricciones, pero Israel sí. Y no, no es por la guerra en Gaza –una guerra que, no olvidemos, empezó Hamás y podría haber detenido Hamás en cualquier momento–; es porque la extrema izquierda española es asquerosamente antisemita: llevan décadas acusando a Israel de todos los males y miembros del Gobierno celebraron con alborozo la masacre del 7 de octubre.

Y si los socios de Sánchez son antisemitas por su odio al único país de mayoría judía del mundo, ¿cómo es el presidente que les permite esos comportamientos, los alienta y con no poca frecuencia los imita?

Hay un par de lecturas más de este asunto que no podemos dejar de hacer: la primera, que la debilidad del Ejecutivo es tal que ya no uno de sus socios, sino que una pequeña parte de uno de sus socios puede hacer que caiga en cualquier momento o conseguir que se tome una medida concreta por disparatada que esta sea. Más que un Gobierno, a estas alturas es una ficción.

Y, hablando de ficciones, la segunda es que a estas alturas Sumar es un chiste: sin dirección, sin estructura, sin una línea política ni una estrategia, la coalición que se supone que comanda Yolanda Díaz en un caos, un ejército de Pancho Villa en el que todos corren en direcciones opuestas sin otro horizonte que salvar sus propios sueldos y mantener las poltronas. Es sólo cuestión de tiempo que el tinglado implosione pero, más importante aún: a estas alturas ya es una broma de mal gusto pretender que se puede gobernar con semejante bandada.

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