
Desde luego, nunca un apagón tan inesperado como brutal iluminó tanto. Desde el mediodía de ayer, las reflexiones han ido iluminándonos, a pesar de su urgencia, de forma sucesiva. ¿Qué es lo que ha pasado en España? ¿Cómo es que uno de los quince países más importantes del mundo emerge de pronto como el más inseguro, el más expuesto a todo tipo de agresiones externas e internas, el más indefenso? Necesitamos garantizarnos que algo así no se podrá repetir.
La primera reflexión es sobre la suerte. Hemos tenido mucha suerte. De haberse producido el apagón a las siete o las ocho de la tarde, todas las alarmas, domésticas y oficiales, de las viviendas y edificios oficiales, hubieran sido anuladas y la seguridad de los ciudadanos y del Estado hubiera sido muy difícil de garantizar durante la madrugada. España es el cuarto país del mundo en número de alarmas instaladas, alrededor de tres millones entre privadas y oficiales, que dejaron de funcionar a las 12,35. De haberse suprimido durante la noche, ¿qué podría haber pasado?
Otros elementos, aunque igualmente nocivos con un apagón diurno, hubieran sido mucho más dañinos de haberse producido durante la noche. Por ejemplo, no es lo mismo liberar a los atrapados en un ascensor con luz del día que sin ella. No es lo mismo resolver las incidencias de trenes, metros, hospitales, comercios, empresas, coches eléctricos, electrodomésticos, cajeros automáticos y lectores de tarjetas de créditos y demás con luz del día que sin ella.
La segunda. ¿Es admisible que un presidente del gobierno tarde seis horas en dirigirse a la nación en tales circunstancias? ¿Lo es que lo haga para no decir nada acerca de las causas del apagón más general de la historia nacional y para no adoptar ninguna medida tranquilizadora para la población? En Chile, en febrero de este año, hubo un apagón parecido y el gobierno declaró el estado de excepción. Pedro Sánchez, como en la DANA de Valencia, sólo aceptó que le pidieran ayuda las Comunidades Autónomas que la quisieran.
La tercera. ¿Cómo es que todo un presidente del gobierno, que se tenga y nos tenga respeto, se atreve a decirnos que han desaparecido nada menos que 15 gigavatios, que equivalen al 60 por ciento de la demanda eléctrica nacional, y que nadie sabe cómo ha sido? ¿Es que hay ladrones de gigavatios o es que se esfuman por arte de magia? ¿Y cómo es que este presidente no aclara si estamos o no ante un ataque terrorista o ante un fallo del sistema eléctrico nacional?
Tanto ir y venir a Davos y a sus cumbres elitistas y globalistas y no se ha enterado de que el propio ex presidente de aquel Club y amiguito de Sánchez, Klaus Schwab, en su libro La cuarta revolución industrial, anticipo de su gran reseteo woke, ya dejó claro que uno de los peligros de sus planes era el "riesgo de colapso (apagón total) si falla el sistema de energía" y "mayor vulnerabilidad frente a ataques cibernéticos". Menos mal que en 2022, en el Senado, el propio Sánchez había descartado todo corte de suministro eléctrico masivo.
Cuarta. Resulta que, según Sánchez, hay que agradecer a Francia y a Marruecos, dos vecinos, pero enemigos estratégicos desde siempre, su ayuda a la recuperación del sistema eléctrico ibérico. Ambos decidieron no cerrar sus puertas a la energía nuclear mientras este gobierno, como otros gobiernos anteriores, insiste en lo contrario a pesar de las evidencias. O sea, que nuestra seguridad energética ha estado en manos de estos dos países de amistad dudosa y nuestra vulnerabilidad nacional es ya evidente para todo el mundo.
Quinta. O ha sido un ataque ciberenergético diseñado en algún centro de poder por razones oscuras o ha sido un fallo general del sistema eléctrico español (según Portugal, eso es seguro). El propio Sánchez se había referido años antes a un posible corte de suministro por acción de un país como Rusia.
Si ha sido un ataque de terrorismo energético, vía robo de fluido o sabotaje de instalaciones, ¿cuál ha sido el papel de todo el aparato de seguridad nacional, desde la estrategia de defensa hasta la actividad del Centro Nacional de Inteligencia y los servicios de información de las diferentes Fuerzas de Seguridad del Estado? En todo caso, no cabe duda de que la responsabilidad del gobierno es clara. España es una nación débil y de alto riesgo a los ojos de todos, situación que exige una aclaración y una reforma inmediatas.
Si ha sido un fallo multiorgánico del sistema eléctrico español – nunca se ha dado un apagón general de todo el sistema -, ¿de quién depende la seguridad y la eficiencia del suministro eléctrico en España? Pues ya está. ¿O es que el gobierno y Pedro Sánchez no tienen responsabilidad alguna en la negligencia suprema, si es el caso, que llevó a este desastre impensable hasta ayer?
Sexta. Si a este cataclismo nacional, que podría haber sido peor, se unen las demás noticias que apuntan a una corrupción familiar e institucional ligada a la presidencia del gobierno y a una errática política internacional, ¿qué más hace falta para exigir unas elecciones generales en legítima defensa de toda la nación? El apagón nos debe iluminar. Lo ha hecho. Estamos en situación de emergencia nacional y tenemos un gobierno incapaz y sin escrúpulos. El cambio es forzoso.