
España tiene cosas maravillosas, de hecho es el mejor país el mundo, pero de vez en cuando te obliga a tener que repasar una y otra vez el palmarés de ciertos deportistas para no perder de vista sus logros. Pienso en Carlos Alcaraz, por ejemplo. Si me dejo llevar por las redes sociales y por ciertos análisis podría llegar a pensar que Carlos es el rey del botellón y no el campeón de cuatro Grand Slams con solo 22 años. Todo ello por su documental de Netflix, el cual muestra al murciano haciendo su camino en el mundo del tenis a "su manera".
He visto el documental. Lo hice durante el Mutua Madrid Open que por desgracia no pudo disputar Carlos por lesión. Por cierto, un Mutua Madrid Open que Alcaraz ha ganado ya en dos ocasiones. Algunos se olvidarán de ello... yo no. Volviendo al tema, Carlos muestra en el documental que de vez en cuando necesita salir de la rutina exigente del tenis para seguir siendo feliz durante el proceso. ¡Oh dios mío! ¡Un chico de 22 años que quiere salir de fiesta con sus amigos! ¿Está Carlos loco? ¿Acaso ha perdido el juicio? ¿Llamamos a Pedro Aguado de Hermano Mayor? Por supuesto estoy siendo irónico porque aunque no esté de acuerdo del todo con el modo de pensar de Alcaraz ni mucho menos me parece que al chico haya que hacerle un traje como el que le están haciendo.
Creo sinceramente que se está exagerando de nuevo muchísimo con este asunto. Mucho se nos llena la boca hablando de la salud mental, pero en cuanto podemos sacar el mazo para golpear la mentalidad de alguien no dudamos en hacerlo. Carlos tiene 22 años. Por mucho que yo con 38 no esté de acuerdo en parte del camino que él quiere seguir no soy absolutamente nadie para darle lecciones. Y menos tengo la capacidad para decirle a un chico que ya tiene 4 Grand Slams en su haber que él se equivoca y yo tengo razón. A todo esto, no sé a quién queremos engañar con algunas cosas. Parece que Carlos es el único jugador de la historia que ha salido de fiesta. Como si el resto de grandes tenistas, tanto masculinos como femeninos, hubiesen vivido una vida papal en sus primeros años de carrera. ¿Vamos a ser tan ilusos e inocentes con eso? Lo que pasa es que antes no había redes sociales, no se conocían tantas cosas de la vida privada de los tenistas y no teníamos a nuestro alcance documentales de este tipo. Es la única diferencia. Porque salir han salido todas y todos. La clave será equilibrar eso en el presente y en el futuro, algo que Carlos aún tiene tiempo para hacer.
También seríamos unos ilusos si creemos que lo que piensa Carlos ahora es inamovible. Tiene solo 22 años, repito. Si hacemos un ejercicio de memoria dudo mucho que la mayoría de nosotros pensásemos con 30 lo que pensábamos con 22. Estoy convencido de que si en 10 años Netflix repite documental, Alcaraz analizará cosas en las que acertó y en las que se equivocó, pero no será el mismo Carlos Alcaraz que vemos hoy en día. Dejemos pasar los años. Punto a punto. Partido a partido. Temporada a temporada.
El tiempo quitará y dará razones, pero espero que permitan a un servidor darle un voto de confianza a un tenista que en su casa tiene dos trofeos de Wimbledon, uno de Roland Garros y otro del Open de Estados Unidos. Incluso retirándose mañana, Carlos sería ya uno de los mejores deportistas de la historia. Fíjense lo que acabo de decir. Si mañana Alcaraz se va a El Palmar y se hace panadero porque le apetece podría seguir yendo al All England Club de Wimbledon y ser una leyenda. Pasear por la Philippe Chatrier de Roland Garros como el campeón que es. Y hacer lo mismo con su medalla olímpica al cuello por torneos de todo tipo como Madrid, Indian Wells, Montecarlo o Miami. Por lo tanto cuando yo pienso en Carlos Alcaraz, aunque no comparta algunas de las cosas que dice, pienso en un campeón, no en el rey del botellón.
