
Nuestro caló romaní nos ha regalado voces fecundas. Una de ellas es "chungo", algo que se dice de lo que es feo, de lo que muestra un estado deteriorado tal vez insoportable a la vista, de mal aspecto, que da poco abrigo a la esperanza. Eso sí, como remedio se recurre al chungueo, al chunguearse, esto es, al humor desatado que se abate sobre lo que no puede cambiarse porque no puede ser y además es imposible.
Es el caso de este facineroso y malhechor que preside el gobierno de España. Nada más hay que leer los mensajes que ha intercambiado con su entonces sicario José Luis Ábalos vía whatsapp para cerciorarse de su calaña. En ellos falta al respeto a sus propios barones con un estilo propio de forajido de la política, de pirata de partido sin ley, sin creencia ni ciencia.
Que le llame petardo a uno, ombliguista a otro, impresentable a Fernández Vara, que se refiera a Susana Díaz como alguien que está "jodida", por él, se entiende, que aluda a un tal Mario (¿Jiménez?) como pieza de futuro en Andalucía siendo como era el número 2 de la lideresa, incluso que profiera que Page le toca los cojones y otras lindezas sobre Lambán, no nos puede extrañar de este siniestro tipo. De Felipe González dice que está amargado. Por él será. Y concluye que su acuerdo con los bilduetarras es una victoria, sí, pero de los bilduetarras. Hay que ser canalla.
Como acaba de decir Nicolás Redondo Terreros, uno no sabe si es peor que sean los socialistas honrados, que debe haberlos, los que no se atreven a rebelarse contra este espécimen o que la oposición constitucionalista en su conjunto sea incapaz de organizar una ofensiva mayoritaria y eficaz para forzar la convocatoria de elecciones anticipadas. Estamos chungos, cansados, escépticos ante unos partidos, PP y Vox y los pecios de otros, que muestran su incapacidad en una ocasión de trascendencia histórica.
Tras la manifestación proelecciones del pasado sábado vuelve a la boca el mal sabor que se le queda a uno cuando sigue quemando cartuchos de manera inútil. Aunque se reúnan dos millones de personas en la plaza que se quiera, estamos a un paso de perder las ilusiones porque los dirigentes no han dado ejemplo, pero también porque estamos poniendo en duda que los mecanismos democráticos tengan utilidad alguna para la defensa del derecho y de la nación.
No quiero ser injusto con quienes se han alzado personalmente contra este estado de cosas. Gracias a ellos, hoy se habla más y mejor de España, se combate la leyenda negra, se distingue mejor qué es democracia y qué no, se reaviva la moral pública contra la corrupción… Sí, algo se ha movido en estos años, pero no lo suficiente. Demasiadas veces nos quedamos en el chiste, en la ironía, en la sátira, pero no se acomete un plan de reforma radical. Y no, no hay líder con autoridad para hacerlo que asuma la tarea.
Pero dejemos a un lado a este bellaco personaje que nos ha tocado en suerte, mala suerte, y veremos que sí, que estamos viviendo tiempos chungos. No sólo por lo de Gaza, Ucrania o el conflicto India-Pakistán. Es incluso en la Iglesia donde habita la chunguería más oscura.
Me acabo de enterar que este nuevo Papa, León XIV, lleva en la cruz que porta en el pecho una reliquia de un obispo asesinado en el tremendo genocidio católico de nuestra Guerra Civil. Entre otras, como las del confesor del emperador Carlos I y la del obispo que se negó a jurar fidelidad a Napoleón, el nuevo Papa acoge la reliquia del obispo de Teruel, Anselmo Polanco.
Se sea o no creyente, la masacre de los más de diez mil católicos, entre curas, religiosos y seglares asesinados desde 1931 a 1939, fue una salvajada sin precedentes. Ni siquiera durante la época del Terror jacobino de la Revolución Francesa. Hay quien cree que algo tan horrible sólo puede compararse con la persecución de Diocleciano.
Es cierto que se ha seguido beatificando y santificando a muchos de aquellos españoles asesinados. Desde Juan Pablo II hasta Francisco, lo han sido más de 2.000. Pero, ¿cómo es que la Iglesia no exige una reparación pública a los partidos y organizaciones que llevaron a cabo tantos asesinatos? Es chungo, como lo del Valle de los Caídos y como el comportamiento de parte relevante de la Iglesia en el País Vasco durante la matanza de ETA.
Hay cosas que no pueden quedar así, no por ánimo de venganza, sino por afán de justicia. Nada hay nada menos democrático que el tiro en la nuca o el pelotón de fusilamiento sin juicio o el asesinato por odio. Lamentablemente, no se ha pedido perdón nunca por tales crímenes. El perdón exige que, tras un examen de conciencia, se sienta dolor de corazón por lo perpetrado y se acepte un propósito de enmienda.
Me acuerdo ahora de Fabian y Maite, dos amigos vascos, enérgicos defensores de la libertad. Los casó hace mucho un cura en San Sebastián. Luego volvieron a encontrárselo en una contramanifestación proetarra que trataba de neutralizar la que Basta ya y otros grupos habían convocado. El sacerdote iba gritando: "¡ETA, mátalos!" en medio de su jauriborroka. Hay cosas que no pueden quedar así.
Sí, vivimos tiempos chungos, sobre todo, porque el apaño y la mentira han destrozado toda autenticidad y no se ven luces por ninguna parte. Tampoco, hasta ahora, en el Vaticano.