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Frente a Sánchez, el silencio no es una opción

Cualquiera de los que están hartos de Sánchez tuvo la oportunidad de votar contra él en Eurovisión. Así de sencillo.

Cualquiera de los que están hartos de Sánchez tuvo la oportunidad de votar contra él en Eurovisión. Así de sencillo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Recibo puntualmente notificaciones de la aplicación de la tele pública, la que dicen que "es de todos", y con la misma puntualidad, las voy eliminando. Por qué las recibo es una buena pregunta, que tiene respuesta en el interés por ver en qué se gastan el dinero de todos, cada vez más alegremente. Días atrás percibí una anomalía. Anunciaban un programa sobre maternidad y era raro algo tan "tradicional" y "conservador". En efecto, no era nada de eso. El programa iba de maternidad lesbiana en un espacio que llaman, qué salero, "no está el horno para bollos". Así se va haciendo la tele "de todos". La misma que en tiempos se tomaba a risa el festival de Eurovisión y mandaba a un Chiquilicuatre propulsado por La Sexta; la que el año pasado envió a una señora que desafinaba con unos fornidos bailarines en corsé que enseñaban el culo —el culmen de la "modernidad", presumía el entonces director de contenidos y ahora presidente de la casa—; y la que acaba de utilizar Eurovisión como fondo de pantalla para colocar propaganda política en dos idiomas, inglés y español barbarizado.

Se veía venir que este año tocaba hacer campaña contra la participación de Israel, en línea con la política antiisraelí del Gobierno, pero cualquier previsión se queda corta ante la torpe audacia de esta gente. Meter de matute comentarios sobre el conflicto y, en plena final, el anonadante letrero de que "frente a los derechos humanos" —¡frente a!— "el silencio no es una opción" vulnera las normas, básicamente las de la civilización, pero ante todo es de un absurdo y vergonzoso ridículo. Colar una pieza de propaganda política, con la pantalla en negro, es propio de golpistas que ocupan la sede de la tele en un país en medio de un conflicto civil, pero aquí se hace por orden de los cargos políticos que mandan en la casa. El medio utilizado es tan incongruente —se está a punto de ver la final de un concurso cuando aparece por sorpresa una esquela— que el mensaje resulta incomprensible. Queda sólo la impresión. Otro episodio chusco en un país con un Gobierno de pandereta, decidido a dar batallas irrisorias y a hacer un esperpento de un veterano festival de música.

El esperpento salió por la culata de tal manera que el televoto en España fue masivamente para Israel. Dicen que si hubo fraude, que si hay injerencias —venga, pidan la anulación—, que Israel movió votos, que la ultraderecha hizo campaña. Pero si alguien movilizó el voto fueron el Gobierno y RTVE con su empeño en denigrar la presencia de Israel. Cualquiera de los que están hartos de Sánchez tuvo la oportunidad de votar contra él en Eurovisión. Así de sencillo, sin trampa ni cartón: votar a favor de la cantante israelí era votar contra el Gobierno. Y contra su televisión. La oportunidad fue debidamente aprovechada. Si el Gobierno pone en la diana a Israel, los que están en contra del Gobierno suben a Israel al podio. No se inventen conjuras. Y dejen de hacer el ridículo. Pero se obstinan. El día después, el presidente pidió formalmente que se expulse a Israel de Eurovisión. Lo acusa de genocidio y la sanción que se le ocurre es ¡sacarlo de un festival! Parece una fantochada y lo es, pero con este amago de represalia cantora, medio solventa Sánchez los aparentes estragos que causó el desliz de las balas que le iban a comprar a Israel para la Guardia Civil. Así quedan todos ridículamente contentos.

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