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Federico Jiménez Losantos

Nace un escalofriante impuesto mundial: el Psycho-Trump

Acariciar al oso ruso y al dragón chino sólo está beneficiando al plantígrado siberiano y a la gran muralla del proteccionismo chino.

El presidente estadounidense Donald Trump. | Europa Press

En la misma semana en que el presidente norteamericano ha desertado del frente de Ucrania, sin más fruto que blanquear y reforzar al genocida Putin, que ha jugado con él al yo-yo y ha dejado en ridículo a los USA, el loco -Psycho, en la película de Hitchcock, American Psycho, en el libro de Easton Ellis- ha perpetrado otra fechoría jugando con los aranceles como si jugara al escondite, con el resultado ya habitual de las caídas de las bolsas mundiales y un paso más en el deterioro del bono norteamericano y la degradación, no sólo depreciación, del dólar como moneda-refugio.

Incapaces de gobernar respetando la Constitución

Cada vez está más claro que lo único siempre en juego para Trump es la prevalencia de su ego, absolutamente desprovisto de la más mínima noción de responsabilidad, e ilimitadamente ignorante en economía. Los que le concedían meditadas estrategias en política fiscal, recorte del gasto público y lucha ideológica contra la tiranía woke, empiezan a ver que el pueblo americano sólo va a ser grande otra vez en más impuestos, (que eso son los aranceles: impuestos al consumo), la ruina de la imagen de los USA como la mayor potencia militar, política y diplomática, y una incapacidad total de frenar la tiranía ideológica progre sin atropellar la Constitución.

La siniestra universidad de Harvard, paraíso antisemita de necedades, ha esquivado el debate público del racismo de la discriminación positiva (ver el artículo de Daniel Rodríguez Herrera en LD) por la imprecisión legal y caos subsiguiente del filtro de entrada de estudiantes y profesores, en el que la investigación científica se equipara al control de los ilegales, y éstos son una mezcla de narcos, islamistas, maras y temporeros aterrados. No sólo la izquierda convierte las buenas intenciones en ruinosos fracasos.

Un desastre diplomático y económico

Pero lo conseguido en ese campo, por limitado que sea, merece al menos el crédito de su impulso y una cierta victoria, al menos, simbólica. En cambio, en materia diplomática y económica, convertidas por Trump en una sola cosa, está fracasando doblemente: acariciar al oso ruso y al dragón chino sólo está beneficiando al plantígrado siberiano y a la gran muralla del proteccionismo chino. Putin sale fortalecido del atropello a Zelensky en la casa Blanca que retrata a unos USA en poder de patanes mafiosos. Y Xi Jinping no sufre más que los ayer aliados de la democracia americana, hoy injuriados ritualmente por un bebé zangolotino que va de rabieta en rabieta.

La última hazaña de este King Kong de guardarropía ha sido asustar con nuevos aranceles a la Unión Europea porque las negociaciones sobre el libre comercio van muy lentas. Es muy cierto que la burocracia europea es desesperante, pero un prodigio de pulcritud al lado de los ataques de ira del monstruo de las galletas, que cambia sobre la marcha los aranceles del 75% al 10%; esta semana al 50%; pero mañana subirá al 100% o bajará al 5%, según como se levante o se haya acostado la víspera. Si algo aborrece la inversión es la incertidumbre, terreno pantanoso donde sólo prosperan los empresaurios, como llama Milei a los del Círculo Rojo, pero ¿quién puede prosperar en este tobogán de ocurrencias, rectificadas casi a diario, sino los empresaurios a lo Soros o los magnates aliados de Trump y, por ello, privilegiadamente informados?

Un Poder incontrolado y corrompible

Pero hace tiempo que Washington dejó de vigilar la información privilegiada, y que la bandada de rapaces, más buitres que águilas, que revolotean en torno a la fregona naranja sostienen en público que ganar las elecciones concede al presidente un poder por encima de la Constitución y las leyes. En eso ha quedado la defensa de la sociedad civil frente al Deep State: en que según la doctrina MAGA, una victoria electoral es de rango superior al constitucional. Son las leyes habilitantes de Carl Schmitt para Hitler, que copió literalmente Hugo Chávez y elogian Podemos y el PSOE. Una caprichosa tiranía, una pavorosa inseguridad jurídica, un Poder sin ley y sin límites.

Si cada nuevo arancel es un impuesto al consumidor, el vaivén arancelario es un impuesto añadido y no sólo a los consumidores, sino a toda la actividad económica. Este arancel agravado, que nace de los cambios de humor del bebote Trump, se añade a todos los demás. Sin duda encarece la mercancía, pero no se sabe cuánto, cómo y en qué punto de la cadena productiva llegará el susto. Ha subido y bajado tantas veces en tres meses que unos actúan como si nunca fuera a existir y otros, como si ya existiera. Pero ni existe más que como amenaza ni es seguro que vaya a existir, estamos en el terreno de las baladronadas y la chulería psicológica. Ambos, ruinosos.

En rigor, esa timba en que se juega con el valor de las cosas en función del ego lastimado o exultante del jugador, al margen de los datos del mercado, es lo contrario de la libertad de comercio: es el impuesto de la incertidumbre que corona los demás, el arancel de Trump, el Impuesto del Loco o Foolish tax, las mil taxes and psychotaxes. Es llevar un agente del fisco en el hombro, que lo mismo te audita que te pide una coima. Es, en fin, el socialismo de la arbitrariedad, muy poco libertario. Societario y gracias.

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