
El sábado 22 se anuncia en Madrid una nueva manifestación en defensa del lobo ibérico y en protesta del cambio de las leyes sobre su protección que emana de los dictámenes europeos. Una vez más la polémica está servida.
Pero la situación derivada de la gestión de esta especie tan bella como polémica, el Canis lupus signatus, se está volviendo cada vez más preocupante. Ahora resulta que defender al lobo es "de izquierdas" y pedir que se autorice su caza "de derechas". Lo que le faltaba al pobre cánido. Todo menos la gestión científica de sus poblaciones y los límites de los territorios loberos.
Como decía el gran Gerald Durrell, la extinción de cualquier especie animal debería ser considerada por las personas medianamente cultas tan triste como la pérdida de un Rembrandt o cualquier otra obra de arte; los genomas extinguidos jamás volverán a recuperarse en la Historia de la Tierra.
Es muy fácil convencer a cualquier persona "de Ciencias" acerca del valor incalculable del patrimonio artístico o literario de su país; por el contrario vemos constantemente despreciar el patrimonio natural no sólo a personas cultas, sino a verdaderas eminencias "de letras", si se nos permite esta simplificación aunque no sea más que para entendernos.
Tenemos un problema con el lobo
Gestionar de manera científica la densidad de las poblaciones silvestres del lobo ibérico, Canis lupus signatus, no es sencillo, y la dificultad se debe fundamentalmente a las siguientes razones:
El lobo es un depredador que ataca los rebaños de ganadería lanar extensiva y las potradas equinas en el medio rural, lo que convierte a la especie en enemigo potencial de las explotaciones de régimen extensivo, principalmente de las de pequeño y mediano tamaño, es decir, de las más sensibles a su presión.
Por añadidura se trata de un cazador social que ataca al ganado actuando en grupos; las manadas, que no solo matan las presas que pueden comer en el acto, sino todo lo que les da tiempo durante sus batidas: son las famosas "lobadas", tan temidas y odiadas por los ganaderos,
Esta condición, de "matar todo lo que se pueda", le ha valido al lobo fama de "sanguinario", "asesino", "animal que mata por placer" y demás lindezas antropomórficas. En realidad, en las "lobadas" los lobos siguen un instinto ancestral de los predadores procedentes de climas fríos, que tratan de conservar en el hielo la mayor cantidad posible de reservas de carne.
Lo cierto es que, en sus correrías, los lobos se ganan a pulso el odio de los ganaderos afectados por sus ataques al ganado.
Frente a las justas reivindicaciones de los ganaderos afectados se ha venido tratando de minimizar los daños mediante una política de indemnizaciones, que se ha mostrado insuficiente e imperfecta, debido fundamentalmente a las siguientes razones:
El retraso burocrático en el pago de las cantidades dinerarias destinadas a tales pagos, que a veces las convierten en inútiles.
La falta de satisfacción de los ganaderos debidos a su sensación afectiva y subjetiva de "pérdida irreparable": "Aquella potra tan bonita y de la mejor reata" o "las mejores ovejas de una raza en extinción criada con tanto mimo"
Y no les falta razón
No les falta razón: aunque a veces no hayan sido demasiado diligentes al tomar medidas recomendables para mejorar la seguridad del pastoreo extensivo, como los rediles de piedra, los pastores eléctricos o los mastines defensores, todo ello también insuficientemente subvencionado; la realidad es que su visión del problema es la eliminación del lobo y punto final.
La visión conservacionista
Desde el medio urbano la visión es muy diferente: el "urbanita" que lo más próximo a un lobo que va a ver de cerca es su diminuto perrillo chihuahua, tiende a mitificar al lobo, ignorando o minimizando su presión en el medio rural. ¿Es que no vamos a ser capaces de encontrar un punto de encuentro que evite la extinción de la especie?
El lobo, el águila imperial, el lince ibérico, el búho real, y tantos otros predadores y super predadores ibéricos son verdaderas obras de arte del genoma de la evolución; su conservación es obligatoria para los gestores de nuestra naturaleza. No se trata de extinguir, sino de gestionar, estableciendo planes individualizados para cada especie problemática.
Claro que…
Cuando las labores propias de los máximos responsables de nuestro Medio Ambiente, se confunden y diversifican en "transiciones, instalaciones para la obtención a toda costa de energías ¿renovables? Y demás gansadas, con perdón de los ánsares", ¿qué podemos esperar de la gestión del lobo?
¿No ven los ganaderos extensivos el peligro de las "huertas solares", reductoras de la superficie de pastizal y de cultivo?
¿No ven el peligro de la especulación de los precios de los piensos, que puede acabar con la rentabilidad de las explotaciones ganaderas rurales?
¿No ven los ornitólogos la labor descuartizadora de aves que están llevando a cabo las plantaciones de molinos eólicos?
¿No vemos, todos los ciudadanos la ineficacia y el sectarismo de tantos supuestos expertos en la gestión ambiental? Tienen más peligro que todas las manadas de lobos excedentes.
Los manifestantes
En la manifestación anunciada para el sábado 22 en Madrid se van a juntar muchos grupos tan inmiscibles como el aceite y el agua: estarán conservacionistas de intachable trayectoria, injustísimamente llamados "ecolojetas", término que nos duele profundamente a quienes conocemos su trabajo desde que eran adolescentes. Este grupo se llevará la mayor gloria mediática, ya que muchos de ellos irán acompañados de ¿lobos?, pero: ¿Son lobos de verdad los maravillosos animales que los acompañan?
No, son perros pastores checos; una de las últimas razas caninas seleccionadas por el hombre, esta vez, de verdad, utilizando como reproductores verdaderos lobos centroeuropeos. Los "falsos lobos", como el precioso pastor alemán, no tienen de genes lobunos más que el parecido más o menos remoto con su ancestro.
También irán manifestantes "poco deseables", como los animalistas protectoras de las colonias gatunas en el medio rural o semi rural; los que pretenden obligar a los Ayuntamientos de los pueblos a mantener a sus reducidos pecunios a los gatos cazadores de pequeñas aves, para los que hasta se exigen ambulancias: las que no existen para los ancianos vecinos.
También estarán los anti taurinos, los veganos, etcétera, etcétera. Ya se sabe en estos casos.
Se teme que, en un frente especialmente belicoso, aparezcan los cazadores, que aspiran al puesto de defensores del medio rural y de los intereses de los ganaderos, y a los que se pretende asimilar con la extrema derecha: la politización a que nos referíamos al comienzo.
Bueno y finalmente, ¿qué hacemos con el lobo?.
¿Me permiten que asista a la manifestación y se lo cuente la próxima semana?
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales.
