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El lacayo del matón

No hay marranada política de Sánchez que Bolaños no haya defendido con el tono repipi y la gestualidad de petimetre que lo caracterizan.

No hay marranada política de Sánchez que Bolaños no haya defendido con el tono repipi y la gestualidad de petimetre que lo caracterizan.
EFE

Felix Bolaños es el empollón que se pone al servicio del chulo del instituto para aprovecharse de su popularidad, a ver si en la fiesta de graduación pilla cacho. Durante el curso es la sombra del matón, al que ríe todas las bromas, cuanto más dolorosas para las víctimas, mejor. Como se le dan bien los libros le hace los deberes cada día, le escribe los trabajos de clase y en los exámenes le deja copiar, a riesgo de acabar expulsado él también si el profesor descubre el chanchullo. Su mayor felicidad es que el guaperas saque calificaciones más altas que él mismo, porque eso le garantiza un trato aún más privilegiado en el seno de la manada. Cada vez que el cretino alfa le dedica un elogio en público se derrite por dentro, convencido de que esa vez sí va a ligar.

Al final, el pelota acaba expulsado junto con el perdonavidas, pero al otro lo readmiten porque su familia tiene contactos. Él, en cambio, arruina su carrera y acaba sirviendo desayunos en una gasolinera, porque su ídolo lo echó a los leones para salvarse él, un último servicio involuntario para el que nadie le había preparado.

El auto que pone a Félix Bolaños a un paso del banquillo detalla los servicios que habría prestado al jefe en la persona de su mujer, imputada a su vez por los enjuagues con las empresas que financiaron su cátedra. A Begoña había que ponerle una asistenta pagada con dinero público y el departamento de Bolaños cumplió el encargo con la premura y eficacia que caracteriza a los buenos lacayos. Ahora lo van a empurar y, sea cual sea el resultado, la carrera del bueno de Félix está acabada y su biografía política quedará vinculada a la de Koldo, Ábalos y Santos Cerdán. A ver quién se recupera de eso.

No hay marranada política de Sánchez que Bolaños no haya defendido con el tono repipi y la gestualidad de petimetre que lo caracterizan. Como ministro de Justicia ha sido el mascarón de proa del sanchismo contra la Justicia, precisamente, sin que el tipo haya encontrado en esa circunstancia la menor contradicción. Su papel estelar en la defensa de la amnistía es de los que se recordarán durante años, pero es que al jefe había que prepararle los deberes que les mandó el profe Puigdemont. Bolaños los hizo para que su jefe siguiera mandando en el recreo, a costa de quedar señalado como el pelota odioso que todos hemos conocido de adolescentes, que en las celebraciones de viejos alumnos se quedan solos en un rincón sin nadie con quien hablar. Y, por supuesto, sin ligar.

Sánchez pide y él obedece encantado, como el personaje de López Vázquez en Atraco a las Tres: Félix Bolaños, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo… pero esta vez de verdad.

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