Sánchez no sólo es capaz de mentir a todos los españoles. Es capaz de hacerlo con luz y taquígrafos: Nada más afirmar públicamente que el gasto militar en nuestro país se limitaría al 2,1% del PIB, "ni más ni menos", el presidente del gobierno ha firmado una declaración en la cumbre de la OTAN celebrada en la Haya por la que los países miembros de la Alianza Atlántica se comprometen a invertir en defensa un mínimo del 5% del PIB. Ante semejante espectáculo, cualquier persona concluiría que el presidente del gobierno o bien ha engañado a los ciudadanos o bien a nuestros aliados o incluso a ambos, cosa que, tratándose de Sánchez, bien podría ser la más probable. Sin embargo, el presidente del gobierno pretende hacernos creer que ambos compromisos son compatibles y que ninguno de ellos constituye un engaño. Así, fuentes del gobierno han tenido la desfachatez de afirmar que, puesto que el texto de la declaración dice que "los aliados", y no "todos los aliados", se comprometen a elevar el gasto en seguridad y defensa hasta el 5% del PIB, Sánchez no ha incurrido en engaño alguno al suscribir esa declaración y al mantener, al mismo, tiempo su compromiso de no superar el 2,1% en gasto militar
No es de extrañar, en este sentido, que tamaña tomadura de pelo haya dado pie a reacciones tan opuestas como las que han exhibido la extrema izquierda cogobernante que lidera Yolanda Díaz, por un lado, y la que ha tenido la extrema izquierda podemita, por otro. Así, mientras Yolanda Díaz se ha jactado de que España no vaya a contentar a EEUU con más gasto militar, la podemita Ione Belarra ha acusado al gobierno de perpetrar la "mayor traición a la clase trabajadora" al suscribir un compromiso por el que se dispara el gasto militar.
Lo peor, sin embargo, es la imagen de falta de seriedad y división que hemos ofrecido ante nuestros aliados. Especialmente preocupante ha sido la dura pero justificada reacción del presidente norteamericano, Donal Trump, quien, tras afirmar que "España es un problema", ha amenazado a nuestro país con aranceles por el más que previsible incumplimiento de Sánchez a lo que el propio Sánchez ha firmado en La Haya.
Ni que decir tiene que el Gobierno va a utilizar esta división en el seno de la Alianza y, especialmente, su enfrentamiento con la administración Trump para tratar de desviar la atención de los casos de corrupción que le afectan un día sí y otro también y para erigirse como una especie de muro de contención europeo frente a la "ultraderecha". El hecho, sin embargo, es que nuestros aliados europeos no están por la labor y, tras los desmentidos que el propio secretario general de la OTAN, el neerlandes Mark Rutte, ha hecho al presidente español, han dejado clara su voluntad de contentar al gobierno norteamericano en su más que justificada aspiración respecto a que la defensa militar de Europa pase a sufragarla en mayor cuantía el contribuyente europeo y no el norteamericano.
Lo que es evidente es que la imagen internacional de España no ha conocido horas más bajas que bajo el mandato de Pedro Sánchez. A la imagen de desatada corrupción institucional que estamos ofreciendo se suma la falta de seriedad, los engaños y las triquiñuelas de un gobierno que elude los compromisos y los gastos que conlleva pertenecer a la alianza militar más poderosa del planeta.

