
Colapso en el aeropuerto, caos ferroviario y cortes de luz. Viajeros tirados en tierra, atrapados en vagones sin aire acondicionado y sin agua, abandonados a su suerte. El Gobierno de Pedro Sánchez es un chiste. El mismo presidente es un chiste. Le va a declarar la guerra a Trump en tres, dos, uno para no tener que hablar de Cerdán ni de la incómoda constatación de que es presidente de Gobierno porque así lo acordaron dos delincuentes españoles en el extranjero, el antedicho Cerdán y el prófugo Carles Puigdemont.
A Sánchez no le cree nadie. Hay quien todavía le defiende porque "al menos no gobierna la derecha", pero hasta esos saben que el líder socialista no dice la verdad, no es de fiar y, oh, casualidad, ha tropezado dos veces con la piedra de dos lugartenientes corruptos. O mejor, "corrutos", como dice Pepiño Blanco, otro de esos nombres como los de Francina Armengol, Víctor Ángel Torres, Félix Bolaños y Salvador Illa que prometen grandes tardes de gloria.
Visto el paño en el informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que las negociaciones entre Cerdán, Zapatero y Puigdemont se llevaran a cabo de manera regular en Suiza no deja de ser otra muestra de fino humor socialista. El hombre de las mordidas del PSOE y el manager de Maduro viajando cada dos por tres al puerto pirata del secreto bancario. He ahí a Cerdán, el vecino más vivo de Milagro (Navarra), matando dos pájaros de un tiro, vendiendo España y llevándoselo crudo. Con Zapatero de padrino de alternativa choriza.
Si por Sánchez fuera no dejaría el cargo y el fuero ni con agua caliente, pero ya no depende de él. El material del informe de la UCO que ha llevado a la trena a Cerdán es una somera cata de las grabaciones de Koldo García, un sabio de la naturaleza humana doctorado en la puerta de una mancebía. Sánchez dice "seguimos" igual que Cerdán sostiene que no se ha llevado ni un euro. Fíense y no corran. Pero está fuera de toda lógica que el presidente del Gobierno no supiera nada. Ni de Ábalos ni de Cerdán. Si eso fuera cierto debería dimitir por pongan ustedes el adjetivo que más les guste.
Hay mucha tela que cortar todavía. ¿Y Cerdán, cómo viajaba a Suiza? ¿En vuelo regular o en vuelos Falcon fletados por el Gobierno? Por no hablar de Zapatero, los pasaportes y las valijas diplomáticas. Ya es casualidad que las reuniones con Puigdemont se llevaran a cabo en Suiza en vez de en Bélgica. Suiza, sí, la República Dominicana de los Alpes.

