La titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Huesca ha dado un plazo de siete meses al "Museu Nacional d'Art de Catalunya" (MNAC) para que devuelva las pinturas murales del Monasterio de Sijena expoliadas durante la Guerra Civil. No será fácil. La dirección del museo (cuyo patronato está formado por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalidad y el Ministerio de Cultura) ya ha dado a entender que se acoge al auto de la juez para presentar un nuevo cronograma de retirada y traslado de las pinturas. De entrada , el plazo de diez días dado por la juez para presentar un calendario alternativo permitirá al MNAC aplazar la cuestión hasta septiembre, toda vez que agosto es inhábil.
Las maniobras dilatorias del museo contrastan con el propósito expresado por el presidente de la Generalidad, Salvador Illa, de acatar y cumplir la sentencia. Sin embargo, tanto la Generalidad como el Ministerio de Cultura alientan una campaña supuestamente "técnica" que alerta sobre el grave riesgo que corren las obras en caso de ser trasladadas a su emplazamiento original, la sala capitular del Monasterio de Sijena. Los técnicos de la Generalidad sostienen que la más leve manipulación de las pinturas comportará daños irreparables. Contrasta esa afirmación con el hecho de que las obras estén expuestas en la actualidad en las mismas condiciones ambientales que el resto de fondos románicos del museo y también con el hecho de que fueran arrancadas de Sijena tras un incendio provocado por efectivos republicanos en agosto de 1936 y trasladadas a Barcelona en condiciones de transporte muy diferentes a las actuales.
Así es que según la Generalidad catalana, esas pinturas, consideradas la Capilla Sixtina del románico y de un valor incalculable, pudieron viajar de Huesca a Barcelona en unas condiciones extremas pero no pueden acometer el trayecto de vuelta 90 años después aún a pesar de los grandes avances registrados en materia de preservación y transporte de obras de arte tanto en el siglo XX como en el XXI.
La especie de que el traslado supondrá la destrucción de esas pinturas va acompañada de otras mentiras, como la de que el Monasterio de Sijena no está preparado para acoger los murales, que sus condiciones no son las adecuadas y que los técnicos aragoneses no están capacitados para hacerse cargo de tan valioso patrimonio. La mezcla de supremacismo y menosprecio es una de las características más acusadas del catalanismo y aflora en todo su esplendor en este proceso para devolver a Sijena las pinturas. Sin embargo, no deja de sorprender la actitud de las autoridades catalanas, ese indisimulado desprecio hacia Aragón, esos alardes de superioridad y esos aires de grandeza. Han llegado a decir que si las pinturas todavía existen es gracias a los excelentes cuidados recibidos desde que fueron arrancadas de los muros monacales. Tan excelentes que el propio museo tuvo que admitir durante el juicio que en unas obras de mantenimiento unas palomas se introdujeron en las salas y defecaron sobre las pinturas causando graves daños a parte de ellas.
Costará, y mucho, ejecutar la sentencia ya que las autoridades catalanas están dispuestas a hacer lo que mejor se les da, que es incumplir las resoluciones judiciales y extender un manto de desinformación y propaganda sobre el asunto. Ese plazo de siete meses otorgado por la juez abre un sinfín de posibilidades a la Generalidad para engañar e insultar a los aragoneses y entorpecer los trabajos para retirar y trasladar las pinturas. No hay que descartar que tenga que intervenir la Guardia Civil, como ya sucedió con el arte sacro robado también en Sijena y que se exponía en el "Museu" de Lérida hasta su restitución en diciembre de 2017.



