
Las relaciones internacionales entre los países cambian a gran velocidad. Los vínculos políticos y comerciales de hoy entre China y la UE, por poner un ejemplo, quizá mañana sean inservibles. Los tratados económicos entre los Estados cambian permanentemente. Todo, sí, puede revertirse. Restablecerse. Pero nada será igual que antes. Los cambios son cambios. Las traiciones políticas de unos Estados sobre otros quedan registradas en la historia de las naciones hasta el punto que determinan las políticas concretas para aquí y ahora. Las dependencias actuales de España respecto del gobierno comunista chino empezamos a pagarlas en el mundo entero. España es un Estado visto con muchos reparos. Somos considerado un Estado poco fiable desde el punto de vista democrático. Empieza a ser normal encontrar titulares de prensa del tipo: España es un Caballo de Troya, o sea de China, en Occidente. No se trata de una frase sino de una realidad. La cosa no es pasajera. Empieza a ser una marca indeleble de la política socialista sobre España.
Desde 2004, que llegara al poder de modo extraño, anormal y accidentado Rodríguez Zapatero, hasta hoy España es vista en el mundo con mil recelos democráticos. No es un asunto, y esto es lo grave, coyuntural sino que es una percepción permanente del mundo más desarrollado, desde el punto de vista democrático, sobre nuestro país. ¡España, otra vez, es la excepción! El terrorismo, llegaron a decir en 2004 altos mandatarios del mundo, ha cambiado el gobierno de España. Desde aquella lejana fecha hasta aquí, incluyendo el período del inactivo Rajoy, España ha desempeñado, por decirlo suavemente, un papel confuso en la escena internacional, cuando no se ha entregado de palabra y hecho a los gobiernos más totalitarios del planeta. No fue anecdótico que Rodríguez Zapatero despreciara la bandera de EE.UU en un desfile militar como tampoco ahora es una fruslería que el gobierno de Sánchez haya contratado a una empresa china, dependiente de un gobierno comunista, para que almacene todas las conversaciones judiciales de España.
La Alianza de Civilizaciones del hoy lobista Zapatero y entonces jefe del gobierno, como la contratación actual de Huawei, son sólo dos ejemplos de la obsesión socialista por ponerse al servicio del totalitarismo mundial. Sí, hoy ya saben todos los gobiernos del mundo que Zapatero, sujeto que cambió toda la política internacional de España con respecto al mundo democrático, no sólo es el principal predecesor de Sánchez sino su maestro en todo, empezando por ser el maestro de ceremonias en todas las reuniones entre el gobierno socialista-comunista de Sánchez y el comunista de Xi Jinping. Es, pues, una verdad universal que Zapatero fue puesto en el gobierno de España para que rompiera las antiguas alianzas de España con los EE.UU. y, de paso, introdujera un caballo de Troya en la UE. Todo esto, repito, hoy no son conjeturas. Son hechos. Hay miles de pruebas para asegurar que la política internacional de España ha sido dependiente de poderes extraños a los mecanismos democráticos. Por eso, precisamente, ningún gobierno de Europa y los EE.UU., en realidad del mundo occidental, olvidará las tropelías del gobierno de Sánchez para reventar las actuales relaciones internaciones de Occidente con China. Sánchez no hace sino seguir el camino que le han marcado Zapatero y la empresa Acento, un grupo de lobistas formados por socialistas y peperos, que han conseguido por sus presiones que la Administración Central contrate a esa empresa china saltándose todas las advertencias de EE.UU. y de la propia UE.
Por muchos motivos es gravísimo la contratación del gobierno de Sánchez de la compañía china para que opere el almacenamiento de todas las escuchas judiciales. No sólo se salta las advertencias de todas las democracias occidentales, sino que también hace caso omiso del Decreto Ley 7/2022 del propio gobierno español, que garantiza la seguridad de las redes y servicios de comunicación electrónicas 5G. Pero, sobre todo, Huawei será un símbolo de perversidad totalitaria. Quedará grabado ese nombre en la memoria de todos los gobiernos del mundo democrático como paradigma de traición a Occidente. El desprestigio reputacional de España en el mundo podrá, sin duda alguna, llegar a ser revertido con un nuevo gobierno democrático, pero el estigma de nuestra traición permanecerá en la historia de las democracias del mundo enter

