
Con el afán de minimizar los daños políticos colaterales, el Gobierno ha elegido esta última semana de agosto, instante de depresión colectiva en el que todo el país anda haciendo y deshaciendo maletas, para colar del modo más disimulado posible la rifa de otros cuatro mil supuestos niños entre las comunidades autónomas. Y por lo que se va sabiendo, parece que las principales agraciadas con el regalito van a ser, oh casualidad, las administradas por el principal partido de la oposición, con Andalucía a la cabeza.
El ministro Ángel Víctor Torres, que es un alma sensible (pero no tanto como para adoptar a alguna de esas cándidas criaturas que se desprenden de la documentación identificativa marroquí antes de asaltar nuestra frontera), acaba de realizar una incursión muy original y muy inteligente en las redes sociales. Y es que el ministro Torres ha sentido la necesidad de acudir a Twitter para interrogarse en voz alta sobre la razón de que los auténticos niños ucranianos y esos contingentes niños del Magreb tengan una acogida tan disímil por parte de la opinión pública española. Urge, pues, que alguien le aclare al señor ministro que todavía no existe constancia de que las fuerzas armadas de la Federación Rusa hayan asaltado las fronteras del Reino de Marruecos con propósitos hostiles.
De lo que, por el contrario, sí existe constancia es de un fenómeno mucho más extraño, siempre en relación a las andanzas de los presuntos niños. Ocurre, como el ministro quizá sepa, que en la Península Ibérica hay dos Estados-nación, no sólo uno. Y resultando ser los dos Estados ibéricos tan sensiblemente similares en casi todo, sin embargo, se observa entre ellos una discrepancia sorprendente en materia migratoria, a saber: España aloja ya a más de un millón de marroquíes, pretendidos niños inmigrantes incluidos, mientras que en Portugal no hay casi ninguno (en Portugal residen de modo permanente más ciudadanos de Luxemburgo – en torno a cuatro mil personas – que súbditos marroquíes. ¿Cómo demonios se puede explicar eso? No se puede. Porque ni son niños ni son inmigrantes. Son un chantaje político.
