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La Vuelta Ciclista al Pogromo

Puede que a alguien le parezca normal manifestarse violentamente contra los ciudadanos de un país por algo que esté haciendo ese país, pero no lo es.

Puede que a alguien le parezca normal manifestarse violentamente contra los ciudadanos de un país por algo que esté haciendo ese país, pero no lo es.
Manifestantes pro Hamás en la etapa de la Vuelta en Bilbao. | Cordon Press/AP Photo/Miguel Oses

Los incidentes antisemitas –sí, antisemitas– en la Vuelta Ciclista a España han tenido un episodio especialmente sonoro en Bilbao, esa ciudad que durante décadas ha sido uno de los símbolos de la intolerancia y el crimen político de unos pocos y, sobre todo, de la capacidad de una sociedad para mirar a otro lado mientras mataban a los suyos.

El escándalo ha sido ahora mayor porque lo han sufrido todos los corredores, pero a mí me parece mucho más grave lo ocurrido hace varios días, cuando se frenó al equipo Israel y se les hizo perder tiempo y quedar los últimos en la etapa. Sin embargo, hemos normalizado tanto que los judíos –desconozco si alguno de los corredores lo es, pero desde luego el equipo es señalado por su vinculación con el único país del mundo de mayoría judía– tienen obligación de aguantarse si les pasa algo malo que prácticamente nadie dijo nada al respecto.

Para colmo, el señor –es un decir– Kiko García, director técnico de la carrera, ha dado con la solución más sencilla para arreglar el problema: como los violentos nos amenazan porque hay judíos lo mejor es que se vayan los judíos. Una idea perfecta para el Núremberg de los años 30 y 40… o para el Bilbao de los 80 y 90, aquel en el que se estilaba tanto el "algo habrán hecho" después de cada bombazo o cada tiro en la nuca.

¿Se puede caer más bajo? Respondo yo mismo: no.

No deja de ser llamativo cómo el deporte profesional, que basa buena parte de su propaganda en que se supone que es algo así como una herramienta para unir a los diferentes pueblos, a la hora de la verdad es un enorme ejemplo de bajeza moral: lo hemos visto en numerosas ocasiones y, en algunas, bastante parecidas a lo ocurrido ahora, como los Juegos Olímpicos del 72, que siguieron sin mayor problema después de que se asesinase a once atletas que, claro, eran judíos.

Puede que a alguien le parezca normal manifestarse violentamente contra los ciudadanos de un país o sus empresas por algo que esté haciendo ese país, pero les voy a poner un ejemplo para que entiendan la barbaridad de la que estamos hablando: ¿se imaginan ustedes que los equipos de fútbol o ciclistas españoles no hubiesen podido competir en el extranjero porque España luchaba contra ETA?

Me dirán ustedes que ETA y Hamás no tiene nada que ver y les doy la razón: Hamás es mucho peor de lo que era la asquerosa banda terrorista; y ahora me dirán que la reacción de España no se puede comparar a la de Israel, lo que también es cierto, pero si en aquellos años todo el mundo hubiese comprado la versión de ETA como ahora todos compran la de Hamás ese boicot tampoco habría sido tan raro.

El asunto se agrava por culpa de un Gobierno al que los famosos "delitos de odio" no se le caen de la boca, pero que cuando tiene que enfrentarse a unos delitos de odio racistas y antisemitas como la copa de un pino se ve que están ocupados con otras cosas más importantes. A ver, en las actuales circunstancias no hay que ser el Oráculo de Delfos para imaginar que con un equipo que se llama Israel corriendo la vuelta iba a haber problemas, ¿cómo es posible que no se haya previsto un dispositivo de protección a la altura del problema? Volvemos a lo que comentaba un poco más arriba: si son judíos y les pegan un poco su obligación es aguantarse, a ver si se van a creer que tienen los mismos derechos que los demás.

Está claro que la terrorífica ola de antisemitismo que estamos viviendo no es exclusiva de España, pero lo cierto que sólo en este país el equipo Israel-Premier Tech ha sufrido estas amenazas violentas y, sobre todo, ha sido invitado por la organización de la competición a largarse. Una vez más: somos líderes en antisemitismo, una materia en la que en varias ocasiones de nuestra historia hemos sido una auténtica potencia.

A finales del siglo XIV, por ejemplo, muchas ciudades importantes de España vivieron terribles pogromos sobre los que nuestra historia pasa de puntillas. Comunidades sefardíes importantes, prósperas y muy ricas culturalmente como la de Valencia, por poner solo un ejemplo, fueron prácticamente aniquiladas. Visto lo que está ocurriendo ahora quizá sea buena idea conmemorar aquellos episodios con una Vuelta Ciclista al Pogromo, al menos así las intenciones quedarán claras desde el principio.

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