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Karl Marx es Dios y Henry Ford, su profeta

El camino a la servidumbre se realizará, eso sí, en tecnológicamente avanzados coches eléctricos controlados por la IA.

El camino a la servidumbre se realizará, eso sí, en tecnológicamente avanzados coches eléctricos controlados por la IA.
Vladímir Putin, Xi Jinping y Kim Jong en el desfile militar que conmemora el 80.º aniversario del fin de la Segunda Guerra Sino-Japonesa, en Pekín. | EFE/ Sergey Bobylev/Sputnik/Kremlin

La foto de Vladimir Putin con Xi Jinping y Kim Jong-un en una conferencia de líderes autoritarios en Pekín me ha recordado el artículo de Kojève titulado Capitalismo y socialismo: Marx es Dios y Ford, su profeta. Kojève es uno de los intelectuales más influyentes a la vez que desconocidos del siglo XX. Nacido en Moscú pero habiendo desarrollado gran parte de su vida en Francia, se convirtió en leyenda por un curso que impartió en París sobre el pensamiento de Hegel, al que asistieron lo que iba a ser la flor y nata del pensamiento francés, de Lacan a Derrida. Claro en la exposición pero oscuro en el contenido, mezclaba la apoteosis racionalista de Hegel con las categorías existencialistas de Heidegger. Kojève se convirtió en un alto funcionario de las instituciones europeas y en un arquitecto de lo que terminaría siendo la UE, ese monstruo burocrático y tecnocrático que nos apabulla con coacciones pero siempre "por nuestro propio bien".

Kojève defendía que Marx había tenido razón en todo menos en una cosa. El capitalismo es evidentemente la máquina de producción más portentosa que han visto los milenios, pero no es cierto que las masas fueran a ser cada día más pobres porque los capitalistas, los verdaderos amos del sistema liberal, se darían cuenta de que si quedasen con toda la plusvalía del proceso económico la cosa terminaría en una revolución y, muy probablemente, colgados con sus propias tripas. Así que empezaron a subir salarios y bajar precios de sus productos, creando lo que sería el capitalismo de consumo y la clase media, una especie de proletarios venidos a más, tan satisfechos como sumisos. Nadie que tenga una piscina, unas vacaciones en la playa y un coche se rebela. El hombre clave de esta revolución que el capitalismo hizo de sí mismo fue Henry Ford a lomos de su célebre Ford T –bueno, bonito y barato– el cual encarnaba una realización práctica del materialismo histórico marxista: un capitalismo que genera riqueza masiva sin la revolución proletaria tradicional, llevando a una sociedad de consumo universal. Kojève veía esto como el "fin de la historia" en términos hegelianos, donde las contradicciones de clase se resuelven no por la lucha, sino por la eficiencia industrial. Es una crítica irónica al marxismo soviético, postuló que el capitalismo americano era más "auténticamente marxista" que el comunismo estalinista.

La tríada Xi-Vlad-Kim le viene a dar la razón a Kojève sobre que el fin de la historia será más bien en clave de democracia autoritaria que de democracia liberal. La clave está en quién es capaz de producir más bienes de consumo. Estos líderes representan modelos de gobernanza que fusionan elementos del comunismo histórico con dinámicas capitalistas controladas por el Estado. El camino a la servidumbre se realizará, eso sí, en tecnológicamente avanzados coches eléctricos controlados por la IA. Los Henry Ford de este modelo tecnocrático se llaman Shawn Xu y Wang Chuanfu, CEOs respectivos de las marcas de coche Omoda y BYD, que se van a comer el mercado de coches eléctricos que están siendo impuestos por las burocracias de todas las democracias autoritarias, entre las que incluyo a la UE, que ha adoptado el modelo marxista-fordiano de Kojève, como también EE.UU. está adoptando el modelo de capitalismo de Estado con Trump y el nuevo Henry Ford estadounidense, Elon Musk. Pero es Xi Jinping el que lleva todas las de ganar porque Trump no puede controlar Apple e Intel como el chino sí puede dominar Huawei y Baidu. El Estado del siglo XXI no solo regula, sino que dirige activamente la economía para mantener el poder político. Un Leviatán a lomos de la IA. Los autócratas chino y ruso, además, conversaron sobre la posibilidad de llegar a ser inmortales. Explicaba el también hegeliano Francis Fukuyama que tras la caída del muro de Berlín nos encontrábamos ante el fin de la historia por el triunfo de las democracias liberales. Pero se equivocaba el politólogo norteamericano porque el fin de la historia apunta al capitalismo, sí, pero en su versión marxista-fordiana, una combinación de Marx y Adam Smith que habría hecho sonreír a Hegel y su visión de que el motor de la historia es la dialéctica de contradicciones.

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