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Pedro Sánchez como tonto útil de Hamás

Si hay un genocidio en Gaza ese es el que perpetran Irán y Catar contra los palestinos por mediación de Hamás y Hezbolá.

Si hay un genocidio en Gaza ese es el que perpetran Irán y Catar contra los palestinos por mediación de Hamás y Hezbolá.
El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, saluda al ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix bolaños. EFE/ Chema Moya | EFE

El término "tonto útil" se popularizó en el siglo XX para referirse a aquellos intelectuales, artistas o activistas que, supuestamente movidos por ideales nobles –igualdad, justicia social, antiimperialismo– terminaban legitimando regímenes comunistas totalitarios. Lenin es citado como creador del concepto, que funcionó durante décadas como diagnóstico de ingenuidad ideológica frente a la sofisticación propagandística de la Guerra Fría. Desde Sartre y Neruda justificando el estalinismo, hasta revolucionarios universitarios románticos, la figura del tonto útil resumía la desconexión entre el idealismo abstracto y la realidad política concreta.

Hoy, este mecanismo se reproduce en torno a Hamás, grupo islamista que, lejos de representar genuinamente al pueblo palestino o a los musulmanes ilustrados (que los hay), propone un proyecto yihadista con ambiciones totalitarias declaradas, desde la conquista islámica de Al-Andalus hasta la conversión de Europa en un califato. Tengan en cuenta que el esa especie de sultán que es Erdogán ha islamizado la basílica bizantina de Santa Sofía, convertido en museo por el laicista Atatürk, y que la red de mezquitas de distintas corrientes fundamentalistas se extiende por Europa. Pese a ello, miles de ciudadanos y artistas occidentales se manifiestan en su favor, ignorando la brutalidad del 7 de octubre de 2023 y la lógica de exterminio —rehenes, violaciones, decapitaciones— característica del terrorismo yihadista.

La campaña de boicot cultural y artístico contra Israel que han emprendido los cineastas de izquierdas –actores como Mark Ruffalo y Javier Bardem, habituales defensores de la dictadura castrista, a guionistas como Paul Lavarty, recientemente detenido en Gran Bretaña por apología del terrorismo islamista– es emblemática. El poder propagandístico del arte se invoca para justificar la deshumanización de una parte y la mitologización de otra, omitiendo la complejidad de la guerra o la responsabilidad de Hamás en el sufrimiento palestino. Si hay un genocidio en Gaza ese es el que perpetran Irán y Catar contra los palestinos por mediación de Hamás y Hezbolá.

En España, el presidente Pedro Sánchez ha anunciado un embargo total de armas a Israel, al tiempo que insinuaba que de tener armas nucleares las emplearía contra Israel,, una "solución final" al problema que aplaudirían tanto Hitler como Stalin. Además, utilizó la palabra "genocidio" en su discurso, una banalización del término que sirve tanto para poner en cuestión el Holocausto (si todo es genocidio, nada lo es), como para añadir de manera infame contra los judíos el estigma de nazis. Presumió de estar del lado correcto de la historia, algo que también pensó de sí mismo Torquemada cuando expulsó a los judíos de España. Este tremendismo retórico, al que Sánchez es adicto como se puede comprobar en la manipulación que realiza con el término "emergencia climática", conduce a la polarización de la sociedad democrática que pasa a ser soporte involuntario pero culpable del fundamentalismo yihadista, replicando el paradigma de los tontos útiles del comunismo, ahora bajo premisas antisemitas y antiilustradas.

El drama de los tontos útiles contemporáneos radica no sólo en la ingenuidad, sino en la fuerza propagandística de sus posiciones, cabalgando contradicciones que no les pesan en su incoherencia e hipocresía: apoyan causas totalitarias en nombre de la emancipación, impulsan la censura artística bajo el lema de la justicia, y repiten los errores de la generación que defendió el comunismo ignorando los crímenes del Gulag.

En este contexto, la importancia del pensamiento crítico y el cuestionamiento sistémico de los relatos oficiales es esencial. Por supuesto que cabe criticar a Israel y cuestionar el alcance de sus acciones por si su ejército cometiera crímenes de guerra. Pero del mismo modo que no cabe objetar al Estado español que incurriese en el terrorismo de Estado con el GAL en tiempos del PSOE, algo que Sánchez conocerá muy bien, tampoco cabe pretender destruir la imagen del único estado democrático en la región con la torticera acusación de genocidio. Ni Hamás representa a los palestinos ni la causa antiisraelí justifica ignorar la realidad del terrorismo, del totalitarismo religioso y del antisemitismo que hoy vuelve a ser bandera en Occidente bajo formas progresistas. La figura del "tonto útil", nacida en el entorno de la complicidad con el totalitarismo comunista, hoy revive en quienes apoyan acríticamente a Hamás y convierten el antioccidentalismo en nueva forma de antisemitismo y de rechazo a la democracia liberal. Solo el análisis riguroso y la responsabilidad intelectual pueden evitar que la ingenuidad bienintencionada legitime nuevos fundamentalismos y ciclos de violencia.

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