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A dónde fue la otra Cataluña

Los votos que una vez fueron de Ciudadanos se han desperdigado entre el PSC, el PP, la abstención…pero también los hay en Vox.

Los votos que una vez fueron de Ciudadanos se han desperdigado entre el PSC, el PP, la abstención…pero también los hay en Vox.
Un joven con una estelada se dirige a un soportal para protegerse de la intensa lluvia que este jueves ha caído en Barcelona y que ha obligado a suspender algunos de los actos previstos para la celebración de la Diada. | EFE

Leo estos días muchos sufridos análisis sobre la vocación de peonza de la política catalana. ¿Cómo puede ser, se preguntan algunos, que la hegemonía del procés se haya desinflado tan rápido, dejando a Salvador Illa en el centro del tablero, a los herederos de Jordi Pujol dudando entre hacerse el hara-kiri o hacerse trenzas, y a la Aliança Catalana de Sílvia Orriols como polo emergente de todo tipo de malestar, lo mismo contra "España" que contra los decepcionantes líderes independentistas "de toda la vida"? ¿Hay una cepa de "extrema derecha" catalana que hasta ahora había pasado inadvertida?

Es verdad que muchos de esos sufridos análisis se saltan un paso. La noche del 10 de septiembre, en vísperas de la Diada de este año, fui al teatro con un amigo que antes de apagarse las luces me preguntó: "¿Y tú a dónde crees que han ido los votos que sacó Ciudadanos en 2017?"

Antes de contestar la pregunta, déjenme ponderar su importancia. Y cómo me llama la atención que esa importancia se intente tercamente ocultar en todos los ya mencionados y sufridos análisis. Como si aquello no hubiera ocurrido nunca. Como si el hecho de que en 2017 Ciudadanos fuera el partido más votado en Cataluña constituya una X que se pueda borrar de la ecuación…y suma y sigue. O mejor dicho: sigamos dividiendo.

Sin duda aquello fue una anomalía, o muchos tenían interés en verlo así. Desde luego tenía interés el PSC, sobrecogido por el zarpazo naranja a su cinturón rojo. También el PP catalán, enfrentado a la demostración empírica de que se podía sacar la cabeza contra el establishment catalán. Otra cosa es que luego no sirviera de nada, en parte por el interés de ese mismo establishment en neutralizar la amenaza, en parte por la misma torpeza (en ocasiones, incluso miserias) de los que nacieron para encarnar una disconformidad, una alternativa, y acabaron deslumbrados como conejos por los faros del coche oficial. Es decir, no aportando nada más que su ego y su afán de seguir viviendo indefinidamente de una política, da igual si catalana o nacional, que les venía grande.

Se aprende mucho de los desengaños. Lo digo por experiencia. Cuando yo aposté por Ciudadanos, poniendo el voto y hasta el cuerpo, creía estar apostando por un espacio genuinamente transversal, donde se pudiera ser más de derechas o de izquierdas, pero con un ojo puesto en el bien común, en el progreso decente, en la libertad individual corresponsable y en la mejor versión posible de Cataluña. No es verdad, no ha sido nunca verdad, que ser de Ciudadanos fuera ser "anticatalán". Desde luego para mí era todo lo contrario: suponía poner pie en pared a favor de la Cataluña real, vivaz, sin complejos, sin autoodio. Donde defender la lengua catalana no fuera algo tan triste y tan sórdido (y tan condenado al fracaso…) como abominar de la lengua española.

Todo aquello naufragó en una ensalada de liderazgos más fotogénicos que comprometidos, dejando huérfana a mucha gente. Y algunos demonios sueltos. Por ejemplo: cuando algunos bienpensantes se rasgaban las vestiduras por la entrada en el Parlamento catalán de la "extrema derecha supremacista" -y entonces estaban hablando de Vox-, yo no salía de mi asombro. ¿No era exactamente eso lo que ya venía representando el Junts puigdemoníaco? El ascenso imparable de Sílvia Orriols confirma mi perplejidad. ¿Buscamos soluciones o enemigos? ¿O sólo excusas para la generalizada incapacidad? Porque déjenme decir que no hace falta ser independentista para entender a los que, siéndolo, confían más en Orriols que en Puigdemont o en Junqueras. Por lo menos ella no les engaña. De momento.

Para salir del laberinto, hay que desandar unas cuantas mentiras. Incluso muchas. Ni es verdad que Cataluña sea, en bloque y por definición, ni de izquierdas ni de derechas, ni es verdad que España "nos robe" -para eso nos bastamos y sobramos-, ni el peligro para la lengua catalana es la gran cantidad de catalanes que de buena fe hablan español, ni se avanza en ninguna cohesión fomentando aquello que nos enfrenta. Ah, y tampoco somos todos antisemitas. Etc.

Y ahora sí, contesto la pregunta que me hizo mi amigo. Creo que los votos que una vez fueron de Ciudadanos se han desperdigado entre el PSC, el PP, la abstención…pero también los hay en Vox. Depende de si se antepone el afán constructivo o el disruptivo. Los independentistas no son los únicos que pueden estar hartos y tener ganas de romper la baraja. O las barajas. Sinceramente creo que no hay peor discurso de odio que el que toma una parte, cualquier parte, por el todo. Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios. Y eso vale para Cataluña y para España entera.

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