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Abocados a tres guerras

Si me preguntaran por cómo evitar estas guerras. Defender la democracia y la libertad en las calles, en las instituciones, en los tribunales.

Si me preguntaran por cómo evitar estas guerras. Defender la democracia y la libertad en las calles, en las instituciones, en los tribunales.
Cordon Press

Ninguna guerra en la historia tenía un solo objetivo, y seguramente podría afirmarse que nunca se produjo una sola guerra, sino que la historia de los conflictos militares fue la conjunción de diversas guerras amparadas en diversos intereses y simultáneas en el tiempo. Si hablamos de la "Gran Guerra", sin duda estábamos ante una guerra imperialista, una guerra racial y una guerra ideológica. En la Segunda Guerra Mundial a la lucha por la supervivencia de un tercer Reich y de un imperio japonés que dominaran su espacio vital, se escondía una guerra por la democracia y la libertad frente a los movimientos autoritarios y se libraba una guerra por el fin de los viejos imperialismos y el nacimiento de nuevos liderazgos.

En 2025, tres grandes conflictos nos abocarán pronto a tres guerras que seguramente serán simultaneas si conseguimos que todas las partes se sumen a cada bando de cada una de estas guerras, aunque nos sorprenderemos de las alianzas extrañas que veremos en estas guerras, precisamente por esta multiplicidad de intereses.

La primera guerra será por la libertad. No es que el sistema democrático esté en cuestión por los nuevos populismos o personalismos, lo que está en juego es la libertad, la individual y la colectiva. Un fantasma autoritario se extiende como las ratas por el mundo convenciendo a jóvenes y mayores que en su estética y en su negación del mundo actual, encontrarán la solución a todos sus problemas. No dudemos, esta amenaza crece en cada país y se acentúa a pasos agigantados y nadie sabe explicar en qué hemos fallado. Un conflicto que nos aboca a uno civil como el que se dio en Francia en 1939 o en España en 1936, en el que dos modelos de sociedad y valores volverán a encontrarse en el campo de batalla. Pero esta vez el modelo autoritario cuenta con enormes instrumentos que manejan con una gran soltura: las redes, la mentira, la provocación. Siempre es igual, pero hoy con las redes sociales su poder se multiplica hasta hacerlos invencibles.

El mundo está amenazado de liberticidio bajo la bandera de la libertad, está amenazado de democraticidio, bajo el estandarte de la necesidad de gobiernos fuertes, está amenazado de empaticidio, amparándose en la supuesta falta de empatía de los demás hacia los autoritarios. Nos deslizamos por la corriente del fascismo, del comunismo, sin remedio acusando a la democracia liberal de unos problemas que no han nacido de entre de las personas sino que se han originado en las cloacas desinformativas de los autoritarios. La reducción de la pobreza, de las desigualdades, la mayor integración racial, la prosperidad, el racionalismo creciente, la prosperidad tecnológica, son vistas como grandes amenazas que hay que cortar antes de que sea demasiado tarde para la supervivencia de un modelo basado en un orden que permita a la clase dirigente el abuso de poder y la instauración de modelo dictatoriales.

Los populismos ven en el orden un fin en sí mismo, es un craso error, el orden es un medio para garantizar la libertad, sino sirve a esa causa, se convierte en terror, que cuando nace del estado se traduce en holocausto.

La segunda guerra es por el dominio del mundo. Las grandes potencias compiten no por mejorar la vida de sus ciudadanos sino para ser más grandes que el resto. Trump quiere una América más grande que los demás, aunque conlleve el empobrecimiento de su pueblo. Putin pretende amedrentar a Europa y convertirla en un estado vasallo. Pretende otro Reich de mil años pero esta vez basado en la medicina oriental que le permitirá gozar del Kremlin durante otros 70 años. China, no es diferente, necesita avasallar a sus vecinos y dominar a su población y nada como una guerra para movilizar a los chinos a la causa del estado y obtener beneficios necesarios para mantener el crecimiento de su economía. Estados Unidos busca su expansión, pero siguiendo a Monroe, quedarse con América y avasallar al resto de Occidente con sus aranceles. Europa tiene tantos enemigos que se encuentra paralizada, desubicada ante los cambios geoestratégicos e incapaz de adoptar decisiones, confiándolo todo a la gracia de Dios y a la suerte de la lotería.

La tercera guerra es más compleja. No es nueva, pero el transcurso del tiempo la ha convertido en tremendamente peligrosa, es el choque de civilizaciones, entre una población musulmana que aspira a convertir a Europa por las buenas o las malas al islam. Por necesidades no bien explicadas hemos permitido que nuestras ciudades ya no parezcan europeas, que una religión que es excluyente arraigue en nuestras ciudades. Ahora se exhiben en las calles de forma intimidante. Una población que ve en el Occidente al que acudieron huyendo de la miseria una amenaza y que celebra los atentados terroristas, mientras se intentan imponer modos de conducta que poco tienen que ver con la maravillosa civilización que hemos creado.

Una gran parte de la política ha querido ver en este nuevo aluvión de inmigración excluyente una oportunidad para recuperar un poder mermado por los cambios sociales y económicos. Su carácter excluyente lo hemos visto con respecto a Israel y el final de la historia hasta ahora en esta terrible guerra en Gaza, un pueblo dispuesto a ser masacrado por no dar su brazo a torcer y disgustar a su Dios y sobre todo a sus dictadores; pero el modelo es trasladable a muchos países. Los que creen que el islam será la solución a los problemas de Europa y que nos ayudará a mantener nuestro bienestar se equivocan. Los que intenten imponer una religión sobre otra, deben fracasar y en el mundo debe haber sitio para todos si todos queremos convivir con el diferente, pero Europa es y debe ser tierra de libertad, prosperidad y convivencia segura.

Todas estas guerras serán inútiles, no resolverán nada, pero su tragedia, su horror nos abrirán los ojos por otro par de generaciones y volveremos a la línea de partida, donde el mundo se empeña en regresar ante su incapacidad de convivir en paz y armonía y su irrefrenable tendencia masculina a la violencia.

Si me preguntaran por cómo evitar estas guerras, tendría una respuesta obvia. Defender la democracia y la libertad en las calles, en las instituciones, en los tribunales. Necesitamos movilizarnos contra los que practican el odio, el lawfare, el racismo, el autoritarismo, sin descanso, con inteligencia pero conscientes de que el enemigo es poderoso y que goza de enormes simpatías en la sociedad. No nos creamos sus falsas promesas esconden siempre intenciones aviesas. Contra la guerra de Trump o Putin, Europa necesita empoderarse; ahora toca guerra, armarse, y movilizarse para estar preparados para luchar, el pacifismo es nuestra principal amenaza y enemigo y debemos evitar caer en él. Solo nuestro compromiso colectivo real y urgente por la Defensa, evitará que nuestros enemigos se abalancen contra nosotros, ni siquiera de broma como esta semana pasada. Es hora de devolver intromisión por intromisión, amenaza por amenaza, no dejarles pasar ni una y meterles el miedo en el cuerpo a Rusia y sus adláteres.

Frente a la tercera guerra, debemos imponer la superioridad de nuestro modelo social. Es moralmente más ético, más justo y más beneficioso para las sociedades cualquier que sea la religión que practican. No puede haber lugar en nuestra sociedad sitio para los que abominan de la libertad de credo, del feminismo, que defienden la guerra y el terror contra sus infieles para ganar el cielo. Si dejamos que dominen nuestras calles y parlamentos, ya será muy tarde para revertirlo, porque ellos sí saben cómo llegar al poder, sojuzgar al diferente, someter la libertad y poner el estado al servicio de sus corruptas manos. Todos los musulmanes caben en la Europa de las libertades, pero tendrán que elegir si optan por la paz, la integración y la convivencia o quieren ser una amenaza a la estabilidad y seguridad de todos.

La guerra contra la yihad, contra los imperialismos y contra las dictaduras amables, vestidas de aparente libertad, plantea un problema añadido terrible. Si decíamos que la Segunda Guerra Mundial era la guerra que había que ganar por la altura moral de nuestro posicionamiento occidental, esta guerra la podemos perder, y el mundo del día después, puede retrotraernos a tiempos que creíamos olvidados y superados por la humanidad.

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