La defensa imposible de Begoña Gómez
La defensa jurídica de la primera dama acumula múltiples errores que dificultan de sobremanera su situación legal
Esta semana, todo el equipo de opinión sincronizada se echaba las manos a la cabeza por el hecho de que sea un jurado popular el que vaya a juzgar a Begoña Gómez por un delito de malversación de fondos públicos.
Lo cierto es que esta cuestión era conocida desde marzo, cuando el juez Peinado decidió que la causa por malversación fuera una pieza separada aparte. Los jueces tienen la potestad de separar las piezas por cuestiones de eficiencia procesal o cuando una parte de los hechos tienen competencia distinta –por ejemplo, si afectan a un tribunal especializado o a un jurado popular–, que es justamente lo que ha ocurrido en este caso.
Es increíble que la defensa de Begoña Gómez –la cual ha actuado como una correa de transmisión con todos sus medios afines– no fuera consciente hasta ahora, demostrando una vez más lo poco eficaz que está siendo en este proceso. Si sus letrados querían evitar que este delito fuera juzgado por un jurado popular, debían de haber recurrido hace meses la separación de la pieza, pero al no haberlo hecho se complica enormemente el que ahora puedan pararlo.
Todo esto me llama poderosamente la atención cuando el abogado de la primera dama es nada más y nada menos que Antonio Camacho, exfiscal y exministro del Interior con Rubalcaba, alguien con una dilatada experiencia y del que sorprende que haya errores tan serios.
El primero llegó cuando la defensa de Gómez aportó pruebas motu proprio del delito de malversación. Intentaban defenderla del delito de intrusismo profesional, al haber rellenado presuntamente la susodicha un pliego de condiciones técnicas para el concurso público de un software sin ser funcionaria. Para refutar esta acusación, su abogado entregó unos correos en los que Cristina Álvarez –la asesora por la que se la investiga– recibía instrucciones del personal de la Complutense sobre que debía de ser Begoña quien rellenara este pliego. Con estos correos, Camacho pretendía descargar de responsabilidad a su defendida, pero lo que hizo fue empeorar la situación.
En primer lugar, esto no es efectivo porque el que alguien te incite a cometer una ilegalidad no te exime de haberla cometido, por lo que poco aportó en defensa de Gómez el que se pudiera acreditar que fue el personal de la UCM quien le incitara a rellenar ese pliego. En segundo lugar, estaban aportando pruebas que evidenciaban que Álvarez hacía funciones de la cátedra de la UCM con la que Gómez se enriquecía, demostrando justamente el delito de malversación.
Pero los errores no han quedado ahí, sino que siguen con la declaración que tuvo hace unas semanas la mujer del presidente ante el juez Peinado por el delito de malversación. Durante la misma, la esposa de Pedro Sánchez decidió sólo contestar a las preguntas de su abogado y en ellas afirmó que Cristina Álvarez, en su tiempo personal, le hacía algunos "pequeños favores privados".
Apostar por esta línea de defensa es un suicidio para ella, pues hay centenares de correos de Álvarez ejerciendo funciones propias de la cátedra en días y horas laborables en donde debía de estar ejerciendo sus funciones como asistente de presidencia. Esto es importante porque esta señora cobró más de 300.000€ de dinero público durante seis años, pero si dedicaba su jornada a funciones propias de los negocios privados de la mujer de su jefe se estarían, presuntamente, utilizando recursos públicos para enriquecer a un particular, certificando así el delito de malversación.
Y todo esto es extremadamente sorprendente si lo unimos al hecho de que al hermano del presidente lo está defendiendo un catedrático de Derecho Penal –una eminencia en su campo– y, en mi opinión, David Sánchez hizo una declaración ante la jueza desastrosa, en donde se notaba falta de preparación y en la que no sabía ni donde estaba supuestamente su puesto de trabajo.
Si así se conducen los abogados más experimentados que el sanchismo ha podido poner al servicio de la familia del presidente, ¿qué puede esperarse de quienes gobiernan un país con personas tales como Pilar Bernabé o Patxi López, sorprendidos mintiendo sobre sus estudios? Así se entiende que haya desastres como el apagón, los trenes que se encargan sin caber en los túneles o las pulseras de vigilancia que no funcionan. Al fin y al cabo, la defensa de la primera dama no es la excepción: es la norma de un régimen construido sobre la mentira, la endogamia y la mediocridad, que se cae a pedazos día a día.
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