Se cumplen hoy dos años de la terrible masacre del 7 de octubre, perpetrada por los terroristas palestinos en el sur de Israel. Aquel día, centenares de terroristas de Hamás irrumpieron en territorio israelí y segaron la vida de todos los judíos que encontraron a su paso, haciendo gala de una abominable crueldad. Los terroristas violaron, desmembraron y quemaron a sus víctimas, muchas de ellas de corta edad, mataron a familias enteras obligando a los padres a ver cómo asesinaban a sus hijos y capturaron a más de 200 rehenes, a los que encerraron en mazmorras en Gaza, donde han seguido torturando hasta la muerte a la mayor parte de ellos.
Los criminales pasearon por las calles de Gaza los cuerpos de los israelíes asesinados entre el griterío festivo de los gazatíes, que entonaron cánticos y agradecimientos a su Dios por haberles permitido asistir a uno de los espectáculos más sádicos que se recuerdan. Los que salieron a las calles a celebrar el desmembramiento de judíos tomaron parte en la profanación de los cuerpos de las víctimas, en su mayor parte jóvenes israelíes que asistían a un festival de música en el sur de Israel. Lo hicieron, además, con orgullo, subiendo a las redes sociales los videos de la barbarie, sin el menor gesto de humanidad hacia las víctimas inocentes cuyos cadáveres mutilaron a golpes.
El 7 de octubre de 2023 se perpetró el peor atentado terrorista de la Historia, provocando una conmoción entre el pueblo israelí cuyos efectos aún perduran. Como respuesta al ataque, Israel se comprometió a ejercer su derecho no solo a castigar a los asesinos, sino a garantizar que algo así no pueda volver a suceder en el futuro.
Lo que está ocurriendo en Gaza desde aquel día es una operación militar contra los miembros de un grupo terrorista que maneja la Franja con mano de hierro y emplea a los habitantes de la zona como escudos humanos. Los terroristas utilizan instalaciones civiles como colegios y hospitales para esconder su armamento y atacar desde ahí a los soldados judíos, mantienen una vastísima red de túneles (construidos en su mayor parte con dinero proporcionado por otros países, para vergüenza de los donantes) con fines criminales y, tras el bloqueo decretado por Israel, utilizan la ayuda humanitaria para aterrorizar a la población a través del hambre.
Pero la comunidad internacional no tiene en cuenta esa realidad a la hora de lanzar admoniciones y dictar reproches en los que el Estado judío es el culpable sin el menor matiz. En esta pocilga moral destaca, como es habitual, Pedro Sánchez, defensor de todas las causas innobles del mundo, que con la guerra de Gaza sigue emporcando el prestigio internacional de nuestro país. A estos efectos, la flotilla de bufones enviada a Gaza con fines propagandísticos, con un soporte naval que solo sirvió para poner en ridículo a nuestra Armada, acota fielmente en lo que ha quedado España en manos del sanchismo.
Pero el Estado de Israel no se deja intimidar por estas operaciones mediáticas de baja estofa, diseñadas para que personajes acomodados, distinguidos por su radicalismo, sigan manteniendo cierta notoriedad. La inmundicia moral de los participantes en esta singladura proterrorista llega al extremo de cuestionar un plan de paz que hasta los asesinos de Hamás han aceptado, buena prueba de que la ultraizquierda es más radical que los propios terroristas, algo que, por otra parte, sabíamos ya.
Dos años después, Israel sigue luchando casa por casa para acabar con los asesinos y desactivar definitivamente una organización terrorista que tiraniza a los gazatíes y sigue siendo, hoy por hoy, una amenaza letal para el pueblo judío.
Hamás desaparecerá y la izquierda zarrapastrosa española tendrá que buscarse otra causa despreciable para hacer turismo político la próxima vez que decida echarse a la mar.

