
En el Partido Socialista recomendaban a sus cargos públicos que aparecieran siempre muy sonrientes cuando las cosas les iban mal. "¡Dientes, dientes!" era la consigna del partido para que posaran como si todo fuera a pedir de boca. Esto me lo contó hace años una ex del partido que llegó a tener alto cargo, y las caras de dirigentes alegres como unas castañuelas que sobresalen en medio de la actual avalancha de corrupción parecen confirmar que continúan aplicando el consejo aquel, resultado de creer que las apariencias engañan. Al mal tiempo, buena cara, dice el refrán, pero no contaba el refranero con los asesores de comunicación y sus trucos de guardarropía. Ni podía contar tampoco con el histrionismo de personajes políticos que no saben quedarse en la sonrisa y se deshacen en carcajadas. Hay ataques de risa que se contagian y por eso hablamos de risa contagiosa. Pero hay risas que distancian e instintivamente ponen en alerta. Las carcajadas incontrolables que de forma repentina sacuden a Pedro Sánchez, como ayer en el Congreso, son de la especie alarmante.
No había ningún motivo para las risotadas. Salvo que hablaba Feijóo y anunciaba que se le llamará a la Comisión del Senado. El presidente del Gobierno ha dado pruebas más de una vez de que desprecia al gallego. No está muy claro si desprecia al gallego que lidera el PP o al gallego, en general. No voy a entrar yo en las victimizaciones del gallego y menos en las que pasan por Madrid, pero sea por prejuicio o por intención política, el narcisista proyecta el desdén. Solo eso ya descalifica. La falta de respeto. Pero que un presidente del Gobierno se carcajee como un loco, porque habla un dirigente de la oposición, resulta inquietante. Es como ver al Joker, el personaje de Batman. La del Joker es una risa desvinculada de emociones reales, cosa en la que probablemente coincide con la de Sánchez, y es una risa que presagia crueldad y violencia. Hay una escena, en la que el Joker explota en carcajadas al ver cómo acosan a una mujer en el metro y cuando los agresores van a por él, saca una pistola y los mata. Dicen especialistas en la materia, que la risa del Joker la causa una patología, un trastorno neurológico. La de Sánchez la provoca un trastorno político.
El gran trastorno que sufren los socialistas en el Gobierno viene de creer que cuanto más suba Vox en votos, mejor les va a ir a ellos. Su lógica lineal les dice que cuanto más gane Vox, más pierde el PP y que cuanto más fuerte esté Vox, mejor podrán movilizar a los votantes de izquierdas. El trastorno de Sánchez y su gente es pensar que Vox es su seguro de vida, el coco contra el que montar el frente antifascista y con ese cuento salvarse por los pelos otra vez. Este tipo de listos ya los hubo en Francia, donde le dieron bola a Le Pen padre para fastidiar a la derecha tradicional. Y la fastidiaron, pero además el PS se quedó en mínimos - ha subido un poco, pero estuvo en muerte clínica -, mientras los de Le Pen hija se comen el mundo y son el partido al que votan las clases populares y la antigua clase obrera. No solo pasa en Francia. El PSOE aún conserva aquí un voto trabajador y popular, por aquello de la costumbre y la fidelidad. Es un caso excepcional en Europa y la lógica no lineal, la aplicable en política, indica que esa excepcionalidad dejará de existir. Si el PSOE pierde su base electoral en clases populares va a quedar bien jodido. Esto es lo que involuntariamente presagian las carcajadas de Joker Sánchez
