
Pedro Sánchez desprecia a Alberto Núñez Feijóo. Allende el ámbito político: el presidente del Gobierno trata al líder de la oposición con un desdén obsceno, excesivo, que ruboriza a ese electorado socialdemócrata moderado que sólo existe en la imaginación de algunos columnistas peperines y que solivianta a la selección de pretorianos mediáticos que comanda José Pablo López. Es el asco, diría que personal, de un narcisista endiosado que se cree y se siente invulnerable. En la sesión de control de este miércoles, me acordaba de lo que Calígula le decía a su abuela Antonia cuando esta le regañaba: "Recuerda que para mí es lícito todo y contra todos". El yerno de Sabiniano el de las saunas juega en una liga similar: no ha nombrado cónsul a Incitatus, pero tiene a Francina Armengol ejerciendo la delegación del PSOE en la presidencia del Congreso. Tanto monta.
Mientras Ábalos interpretaba en el Supremo el "4'33"" de John Cage, Feijóo le decía a Sánchez que "en su Ministerio de Transportes corren los billetes como en un prostíbulo". El líder de la oposición utilizó la propuesta de subida de la cuota de autónomos con la que chorrea el Ejecutivo de Nosferatu –alguien, o sea, usted, esquilmado lector, debe pagar las soldadas de Gonzalo Miró y derivados, a ver– para reproducir un retrato del país que el presidente "exprime": "En España, tiene que merecer la pena trabajar; con usted, merece la pena ser un jeta. (…) Se castiga al honrado y se aplaude al indecente". Justo en ese instante, la bancada popular le ovacionó. Igual las señorías del PP se podrían haber esperado un poquito. Unos segundines nomás. "Deje de hablar de triple A", concluyó, "lo que hace usted es subir a todos tres veces los impuestos".
Sánchez recurrió primero a su España va bien y, después, secundado por su corte, se creyó Amaya Uranga y tomó a sus lacayos por el resto de miembros de Mocedades. Que si Ayuso y el aborto, que si Moreno y los cribados, que si Miguel Ángel Rodríguez: el presidente del Gobierno le preguntaba a Feijóo qué había hecho y dicho al respecto de cada situación, y los diputados socialistas coreaban: "¡Nada!" –nadie descarta que, en la próxima sesión, versionen el "Amor de hombre"–. Satisfecho de su bullying grupal, remató supurando desprecio y condescendencia: "Le aplauden para tapar con sus aplausos la nada de sus intervenciones".
Santiago Abascal, con el viento demoscópico a favor y sin cortapisas: "La mafia necesita mantenerle a usted en el poder, y mientras tanto abandona a los españoles honrados". A Sánchez le fastidió la invocación al presidente de EEUU del presidente de Vox: "¿Acaso temía que el señor Trump se enterase de lo suyo con Maduro? Lo sabe, señor Sánchez". Y este, disimulando su escozor: "¿Tengo algo yo con Maduro? Explíquemelo usted, porque yo no tengo ni idea".
Gabriel Rufián, semper fidelis, le pidió a Sánchez intervenir el mercado inmobiliario. También preguntó sobre vivienda, pero a la visepreci Montero, Ione Belarra, la supuesta líder del partido que realmente lidera el marqués de Villa Tinaja. Paradojas de la vida. Tellado le hizo pupita a Bolaños con el arma que más duele: la del humor. El secretario general del PP mostró una foto en la que el ministro ministril aparecía en el cumpleaños de Ábalos: "¿Le cantaron eso de 'porque es un muchacho excelente'?". Y la peña se hartó a reír, claro. Brilló por encima de todos Cayetana Álvarez de Toledo, quien invocó el nombre de una mujer admirable de verdad: "Aplaudamos en pie a María Corina Machado, heroína de la democracia y premio Nobel de la Paz". Set y partido. Sólo la secundó su grupo parlamentario, para vergüenza de la Cámara: los diputados de Vox no tuvieron a bien despegar sus posaderas de los escaños. Bolaños, jodido: "¿Por qué no condena la dictadura franquista y la dictadura de Videla en Argentina?". Bramó un "¡GRACIAS!" rabioso y le arreó una leche al micro digna de Figaredo. Así que la pinza era esto...
