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El estupor del magistrado Puente

El estupor se extiende a cuanto está relacionado con los escándalos de corrupción del partido de Sánchez. No hay semana en que no dé ocasión para el asombro

El estupor se extiende a cuanto está relacionado con los escándalos de corrupción del partido de Sánchez. No hay semana en que no dé ocasión para el asombro
Pantalla costeada por la asociación Hazte Oír y colocada este miércoles en los alrededores del Tribunal Supremo. | EFE

Como coda final al auto en el que acuerda mantener en libertad a José Luis Ábalos, el magistrado Leopoldo Puente escribe que no es ajeno al "natural estupor" que produce que alguien contra quien pesan indicios consistentes de graves delitos pueda seguir ejerciendo "las altas funciones que corresponden a un miembro del Congreso de los Diputados". El estupor que manifiesta el magistrado del Supremo es un estupor o asombro compartido, aunque no suficientemente. El estupor no lo comparte la mayoría de la Cámara, que se podía pronunciar sobre una situación que la convierte en refugio de un investigado por delitos que pudo cometer por haber ocupado cargos públicos. Y el "natural estupor" lo comparten aún menos los dos partidos del Gobierno, en cuya mano estaría tomar iniciativas para poner fin al escarnio. Cierto que hacerlo iría contra sus intereses. Mantener a Ábalos en el Congreso y cobrando, y se ve que el hombre necesita el dinero, semeja una línea defensiva irrenunciable para el PSOE.

Unos escándalos tapan a otros y tapan incógnitas que quedan sin despejar. Todavía no hemos salido del estupor que produjo la falta de explicaciones sobre la destitución de Ábalos como ministro y secretario de Organización. Solo podemos decir que esa opacidad, reprobable en una democracia, fue muy útil para no tener que reconocer públicamente qué sabía el presidente del Gobierno de las actividades reprochables del que entonces era su número dos y para poder protegerse frente a lo que iba a venir. Pero si de grados de estupor hablamos, uno de los más intensos se alcanzó en 2023, cuando el destituido fue recuperado para las listas del PSOE en las generales con el premio de un puesto de salida. Es un enigma qué otro sentido pudo tener aparte del de dotar al partido y a su jefe de una capa extra de protección.

El estupor se extiende a cuanto está relacionado con los escándalos de corrupción del partido de Sánchez. No hay semana en que no dé ocasión para el asombro. Un día lo tenemos difundiendo a bombo y platillo que un informe de la UCO descarta que haya financiación irregular del PSOE, pese a que el informe no descarta eso y menos en la página que Sánchez tuvo buen cuidado en mencionar. Hay que desconfiar muy mucho de la veracidad de quienes incluyen, como cebo, un detalle muy concreto, como ese de la página 28 que citó. Al menos, desconfiar, porque ya no dan tiempo para comprobar. No se ha digerido una falsedad cuando llega otra. Como que es normal que en el PSOE se cobre en metálico, que lo hacen todas las empresas ¡y el Senado!, para coger un taxi y eso. Normalísimo. Como las chistorras, las lechugas y los folios. Productos de uso normal y corriente. El penúltimo esfuerzo pedagógico del partido de Sánchez es explicar a los españoles que dinero en efectivo y dinero negro son cosas diferentes. Pero pueden ser lo mismo. En esto ha quedado, en fin, aquel rasgado de vestiduras por la corrupción que representó teatralmente Sánchez hace años y culminó en el fake de la moción. En tratar de encubrir, como sea, la corrupción propia. Pero esto no asombra.

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