
La historia de España está salpicada de grandes momentos de la historia, unos sublimes y otros no tanto, y en este capítulo podríamos incluir con letras de cobre sucio, la corrupción en la política. Ya lo decía un gran dignatario de la historia de España de comienzos del siglo XX, que la tildaba como el país más rico del mundo porque todo el mundo robaba y nunca se acababa.
En esta retrospectiva histórica, quiero recordar uno de esos momentos grises, en los que se combinan la astucia y la ambición del corrupto, con el gobierno cómplice y más dedicado a sus cuestiones más personales. Para despejar dudas, el mayor caso de corrupción se produjo unos mil años antes en Ceuta.
Ese hombre se llamaba Francisco Gómez de Sandoval y Zúñiga, que pasó a la historia como el duque de Lerma. Lo traigo a colación porque se cumplen cuatrocientos años de su fallecimiento que tuvo lugar en 1625.
Su carrera la comenzó como menino de Felipe II, puesto en el que se granjeó la amistad de los Austrias, que lo mimaron ante su osadía y fidelidad. Al morir su padre, quedó sumido en deudas imposibles de pagar. Apenas disponía de unos solares de poco valor en Valladolid, aunque él pretendía demostrar que su valor en el mercado era mucho mayor que aquel que estaban dispuestos a pagar los ganaderos de la zona.
El hombre ideó un plan; para ello necesitaba continuar adquiriendo solares a precios de saldo en Valladolid, y convertirse en el valido del aburrido y somnoliento rey Felipe III. Desde esa posición de privilegio asombraría al monarca con su audacia y por su falta de escrúpulos.
El valido un día se acercó al monarca y le explicó que Madrid era una ciudad irrespirable, donde todos los nobles de siempre habían esparcido, según él, miseria, y en ella se notaba la influencia extranjera, y que por supuesto tenían intereses contrarios al monarca pero, sobre todo, al valido. El rey estaba en unas clases de baile con otros nobles que alababan su gracejo y soltura en el arte de la danza.
Cuentan que se le acercó como por sorpresa, sigiloso y le planteó una idea brillante que iba a cambiar la historia de España. El rey más pendiente de los pasos del ballet, apenas le hizo caso. Pero el urdidor de la trama no iba a desfallecer. Insistió. El rey esperaba un nuevo juego, quizás un baile, un desfile, pero aquello tenía una dimensión infinitamente mayor.
Madrid está corrupto, huele a mierda, hay enfermedades que nadie cura, no debemos empeñarnos en resolver los problemas de Madrid, sino que debemos trasladar la capital a Valladolid, donde hay espacio, limpieza y una población que se entregaría, al albur de los beneficios, a la llegada del nuevo monarca, sin consideraciones éticas ni preocupaciones.
No se preocupe, cuentan que le dijo, allí yo me encargaré de todos. Usted podrá seguir con sus juegos y bailes, y yo ya administraré la Corte como mejor convenga al rey. Dicen que Felipe III aceptó con un bostezo, mientras que los nobles que asistieron a la conversación acudieron raudos a sumarse a la iniciativa para no quedarse fuera del negocio.
Felipe, que era Austria pero no tonto del todo, entendía que algún beneficio habría en la operación para su valido. Majestad, le dijo, tengo allí tierras, palacios, conventos, todo lo necesario para construir una capital. Mi único objetivo es servirle, contestó con la serenidad que caracteriza al estafador hispánico.
El rey en un receso de la clase para cabreo del maestro danzante, señaló que aquella operación sería muy económica para el Estado ya que todo aquello en Valladolid no debía valer nada. El valido le sacó del error: "Habremos de pagar mucho por esos activos, porque así otros muchos invertirán mucho dinero en la nueva capital. Pero ¿veinte veces más de su valor?, le preguntó asombrado el rey; Si no más, contestó el valido.
Y así fue como en 1601 el Valido con el presupuesto del Estado adquirió todas aquellas propiedades sin apenas valor, a precios de Madrid, convirtiéndose en el hombre más rico de España. Pero aquello no era suficiente. Cinco años después, el duque, que había aprovechado la depresión económica de Madrid para comprar palacios y tierras que habían perdido todo su valor, planteó al rey el regreso de la capital a Madrid. El rey, que ya estaba cansado del frío de Valladolid, solo estaba preocupado por la opinión de la Corte con tanto cambio. Son cortesanos, contestó el duque, viven de vuestro presupuesto, todos regresarán a Madrid. En 1606 después de dos pelotazos, el duque era inmensamente rico y a pesar de que la Corte había transmitido una imagen de circo, esto era irrelevante ante los pingües beneficios; algunas estimaciones hablan de una inversión en el regreso a Madrid de 100.000 maravedíes y unos ingresos por la venta de más de cincuenta millones de maravedíes. Definitivamente, un golpe maestro a las arcas de todos los españoles.
Uno quisiera creer que existe la justicia; a veces llega, tarde o temprano, y otras no. Y aquí entró en juego la reina Margarita, que viendo cómo les estaba segando la hierba bajo los pies el duque, ordenó una investigación, una auditoría, que se dice ahora y envió a la UCO de entonces a investigar. Se descubrió todo, los beneficios, cada venta, cada negocio. El verdugo iba afilando el hacha, pero había tantos cómplices en el gobierno de Felipe III, que aquello podría hacer tambalear a la monarquía. El duque, rico y astuto, halló la solución, se hizo cardenal, lo que le eximía de responsabilidad jurídica. El pueblo cantaba por las calles una seguidilla: "Para no morir ahorcado,
el mayor ladrón de España, se viste de colorado". Pero todo eso a él le daba igual. Como dice el dicho, dinero que llega fácil se va igual, y a los nietos del duque apenas les llegó nada.
La historia acabó mal para todos. La decadencia dilapidó todo el producto de la conquista de América, la Iglesia quedó todavía más dañada de lo que ya había causado otro español en el papado, el pueblo nunca recuperó la confianza en las instituciones y el duque se esfumó dejando al país en la ruina. La lección fue todavía peor, ya que no hay gobierno en el mundo que hoy no sufra una sombra de corrupción hasta el punto de que se han ido diseñando los sucesivos sistemas políticos para que aquellos sin escrúpulos tengan muchas más opciones de alcanzar las más altas cotas de poder y esta es la causa de todo lo que hemos vivido al menos hasta el día que escribo este artículo. ¿Terminaremos algún día con esta lacra? Mientras no se acabe la riqueza, todo irá bien, pero ¿tan ricos somos?
