
Si no había motivos para dimitir en los días posteriores a la riada mortal de octubre de 2024 mucho menos los hay ahora, cuando el clamor de la izquierda y la encerrona al presidente valenciano durante el funeral de la pasada semana hubiera requerido, precisamente, confirmar su permanencia hasta un momento más propicio.
El chantaje emocional con una desgracia que tiene en el Gobierno de España a sus principales culpables es otro fiasco del PP, que asume el relato izquierdista con una ingenuidad suicida. Mazón debería haber dicho que dimitirá justo un minuto después de Teresa Ribera, Margarita Robles, Grande Marlaska y Pedro Sánchez, para que los ciudadanos que quieren ver fuera de la política a los responsables de la tragedia vean cumplido su deseo. Hasta tanto, su deber era aguantar el chaparrón.
Mazón dice que se va y en Génova asumen el hecho consumado. Fraga se jactaba de que a él no le dimitía nadie, pero el PP ha cambiado tanto desde entonces que se funciona a base de ocurrencias. En el último minuto decidieron que Mazón no convocara elecciones anticipadas, para poner a un sucesor de consenso y evitar una convocatoria electoral en unos momentos que no son especialmente favorables. Pero todo se ha hecho tan mal que tanto el sucesor como la fecha de las elecciones valencianas están ahora en manos de Vox, su principal competidor por el voto del centro-derecha.
Decía Hitchcock que estaba absolutamente a favor de que los actores improvisaran, siempre que las improvisaciones estuvieran debidamente ensayadas y supervisadas por él. En el PP, el que se encarga teóricamente de ensayar las improvisaciones es el Secretario General, Miguel Tellado. ¿Se sabe algo de este hombre? ¿Ha dicho algo? Porque la principal misión del responsable de organización de un partido es censurar absolutamente cualquier iniciativa de los dirigentes regionales hasta que en Madrid den luz verde, con mucho más motivo cuando esas decisiones tienen una clara derivada nacional.
Ahora ya es tarde para cualquier componenda que, además, solo serviría para agravar aún más la sensación de falta de claridad estratégica del círculo que rodea a Alberto Núñez Feijóo. Al candidato popular ya solo le queda rezar para que la avalancha de elecciones autonómicas anticipadas que se avecina le sea propicia y Sánchez esté tan mal que incluso él pueda formar gobierno con cierta comodidad.
