Menú

Los bonobos no son "hippyes", al menos no tan "pacifistas"

Los bonobos fueron calificados como "chimpancés pacifistas, feministas, veganos, y poco faltó para asimilarlos a la "sociedad wokista".

Los bonobos fueron calificados como "chimpancés pacifistas, feministas, veganos, y poco faltó para asimilarlos a la "sociedad wokista".
Familia de bonobos. | Flickr/CC/Carey 1964

Cuando se admitió que los dos grupos de grandes primates conocidos como chimpancés pertenecían a dos especies diferentes, Pan troglodytes y Pan paniscus, la leyenda de la división entre buenas y malas caricaturas del hombre quedaba abierta.

En las selvas tanzanas la insigne Jane Goodall observó asombrada las costumbres del chimpancé, Pan troglodytes, en varias de cuyas tribus salvajes había conseguido ser admitida; Jane nos transmitió, con sus descripciones y filmaciones, que esta especie, tan similar genéticamente a nosotros los humanos, era mucho más belicosa y depredadora de lo que habíamos supuesto; los chimpancés de la selva de Tanzania cazaban y devoraban diversas presas, entraban en guerras tribales y de pacíficos veganos no tenían más que la fama.

El descubrimiento de una segunda especie de chimpancé, Pan paniscus, limitada al sur del río Congo y separada de la otra por esta barrera geográfica abrió la polémica: ¿eran estos nuevos chimpancés más pacíficos y, con perdón, más humanos, que los anteriormente estudiados?

Se abrían preguntas científicas con importantes derivadas antropológicas y sociológicas. ¿Cuáles pueden ser los ancestros reales de la conducta humana en comparación con nuestros primates más íntimamente emparentados?

En la actualidad para estudiar a los grandes monos en su hábitat silvestre ya no es tan necesario el heroísmo de los investigadores o mejor dicho de las investigadoras,como Goodall, Fossey o Galdakas en un pasado aún muy reciente: las modernas cámaras de seguimiento a distancia y los equipos de trabajo conjunto que desarrollan diversas universidades hacen más sencillo, complejo y breve desvelar los secretos del comportamiento animal, incluso en plena naturaleza.

Los bonobos se estudian actualmente en la selva de Salonga, en la República Democrática del Congo: desde luego vienen intrigando profundamente a los científicos, y no solo por su apariencia más humana que la de sus primos los chimpancés; los bonobos caminan preferentemente con las rodillas derechas, sin inclinarse de manera más simiesca, y sus costumbres no podían por menos que suscitar interpretaciones antropocéntricas.

Por ejemplo: la sociedad de los bonobos es profundamente feminista, o mejor dicho, el mando lo asumen grupos de hembras socialmente jerarquizadas y capaces de satisfacerse sexualmente entre ellas dejando a los machos en un plano verdaderamente relegado a lo secundario.

Cuando recurren a ellos para copular, los bonobos suelen hacerlo en posición frontal, remotamente más humana; por si fuera poco, no suelen pelear para evitar los acoplamientos promiscuos, no suelen resistirse demasiado al ser perseguidas por los machos y pueden aumentar su posición social dentro del grupo femenino explotando sus encantos: ha sido difícil evitar las interpretaciones antropocéntricas que han llamado "prostitución" a esta forma de obtener favores empleando el sexo.

En definitiva cuando se prescinde de la necesaria objetividad que nunca debe abandonar el trabajo de los etólogos, la conducta de los bonobos se presta no solo a interpretaciones subjetivas, sino también como punto de apoyo a ciertas conductas humanas de asimilación a posiciones ideológicas o sectarias; los bonobos fueron calificados como "chimpancés pacifistas, feministas, veganos, y poco faltó para asimilarlos a la "sociedad wokista"; ellos eran los buenos, los que solucionan los conflictos "extendiendo la mano", vamos, los monos progresistas. Muy bonito, pero ¿cierto?

Es posible que las deformaciones en la interpretación sobre la conducta de los bonobos derivaran de que algunas conclusiones se extrajeran de la observación de ejemplares cautivos, pero muchas conclusiones se vienen reconsiderando al evaluar la investigadora Sonya Pashchevskaya del Instituto Max Planck de Alemania, lo observado por las cámaras fotográficas en la selva de Salonga el 18 de Febrero de 2015: una escena verdaderamente impresionante.

A las tres y media de la tarde de esta fecha un gran griterío de voces de simio atrajo la atención de un cámara que se convirtió en testigo del ataque colectivo de un grupo social formado por cinco hembras de bonobo contra un macho al que dejaron tan malparado que se sospecha que resultara abatido tras el linchamiento femenino.

Las hembras, Polly, Tao, Ngola, Djulie y Bella se estaban cebando en la agresión grupal al macho Hugo, que aunque se defendía de manera denodada resultó pisoteado, golpeado, mordido y en definitiva muy gravemente lesionado.

Como parte seguramente ritualizada de la agresión, los genitales masculinos resultaron parcialmente atacados, incluso con mordeduras lindantes con el canibalismo; las hembras agresivas frotaban sus genitales contra el pobre Hugo, refrendando así su conducta de dominancia social y matriarcal femenina.

El delito de Hugo había sido su reciente ataque contra una cría, hija de Bella, algo intolerable para las hembras que la habían presenciado: no solo el mantenimiento de la tranquilidad y la paz en la sociedad bonoba, sino también la supervivencia de los pequeños dependen del control social matriarcal, que se establece como herramienta de lo que se venía interpretando como pacifismo,.

La defensa de las crías, derivada de la constitución de clanes de hembras asociadas evita el infanticidio, que practican con frecuencia sus primos los chimpancés: esta deber de ser una de las causas que justifican que el sexo clásico quede relegado a segundo término en función del éxito reproductor del grupo en los bonobos.

En los chimpancés de la especie "troglodita" los machos resultan ferozmente acosadores y dominan a las hembras en la jerarquía social, en los bonobos la situación se invierte: los lazos entre hembras forman clanes matriarcales de gran eficacia social, aunque ello implique relegar el sexo con los machos a un plano secundario, así lo viene demostrando la observación de su conducta en plena naturaleza.

Seguramente todavía tenemos que aprender muchas cosas al mirarnos en esos "espejos deformantes" como los de las viejas atracciones de feria para que lleguemos a interpretar de manera fidedigna las conductas del mundo animal, y en particular de nuestras especies genéticamente más próximas.

En Tecnociencia

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal