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Pues no le llamaron asesino, sino psicópata

Lástima que nada de lo que se le llamó a Mazón vaya a provocar reacción airada de su propio partido.

Lástima que nada de lo que se le llamó a Mazón vaya a provocar reacción airada de su propio partido.
EFE

Ya es costumbre del siglo XXI español lo de gritarle a un político que es un asesino cuando ocurre una catástrofe. O, como en 2004, cuando se llamó asesino a Aznar y no a los autores de los atentados. Es éste un atavismo bárbaro al que han dado un barniz respetable los políticos y los medios de comunicación que se inclinan con respeto marrullero ante la "justa ira del pueblo" para llevar la candente furia popular a sus molinos. El patrón se ha repetido en la catástrofe de la dana de octubre de 2024 en Valencia y, como en sus precedentes, nadie se ha atrevido a ponerle freno. No tiene por ello nada de extraordinario que en la llamada comisión de investigación del Congreso algunos diputados se esforzaran por igualar lo que se grita contra Mazón en la calle e hicieran de un acto parlamentario una reyerta tabernaria, con total abandono de la tarea que, se supone, les incumbe.

En su esfuerzo por ser más demagogos, no sólo mostraron algunos su desprecio por los datos y los hechos, que les resbalan: están en la comisión de investigación para castigar, no para buscar el porqué y el cómo. Además, fueron unos auténticos inútiles a la hora del ataque y del insulto. Después de llamar a Mazón miserable, homicida, psicópata o inútil - como ellos -, se mostraron convencidos de que si el expresidente hubiera estado al mando de la gestión de la emergencia, la tragedia no hubiera ocurrido. Ni se dieron cuenta de lo que estaban diciendo, pero dijeron que un político al que tildan de irresponsable e ineficaz y al que imputan un trastorno de la personalidad, tiene la capacidad de hacerlo todo bien. Para esa sensacional mutación bastaba, por lo visto, que no hubiera estado en una comida, sino llevando la batuta de la emergencia. Según Rufíán y el resto de lumbreras, un psicópata - si lo es ahora, lo era antes - habría tomado las decisiones acertadas y salvado vidas.

Cómo cambian las cosas. El día después de la tragedia, el propio Rufián declaró - lo recogía la SER - que "seguramente lo que ha ocurrido era inevitable", y achacó las muertes a que las grandes empresas obligaron a ir a trabajar y, claro, a las privatizaciones. Ahora sólo culpa a la psicopatía de Mazón, una psicopatía que aparece y desaparece, en función del dónde. El diputado de ERC hizo la fácil y repulsiva faena de contraponer a la víctima que se ahogaba mientras Mazón seguía de sobremesa. Si a eso vamos, la ministra Teresa Ribera estaba en Bruselas, preparando su salto a la Comisión Europea, cuando su Confederación hidrográfica fallaba. Y Sánchez, en la India, disfrutando. Ya puede cuidarse Rufián de que no le pillen un día de tragedia bailando en un after.

La única contención que yo he visto en los tabernarios fue que no le llamaran a Mazón asesino, como en las calles, sino homicida. Alguno pensará que sólo un matiz, y tendrá razón, pero da que pensar que se contuvieran y sólo se atisba un motivo: la última vez que una política culpó a una gobernante de cometer asesinatos - fue Reyes Maroto por las muertes en las residencias de Madrid durante la pandemia -, salió bien escaldada. Lástima que nada de lo que se le llamó a Mazón vaya a provocar reacción airada de su propio partido. Así se perpetúa la costumbre bárbara.

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