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¿Quién va a pedir perdón? Pues usted, Sánchez

La licencia moral funciona así: te declaras adalid de la regeneración democrática y eso te hace creer que tienes barra libre para mantener en el cargo a un fiscal imputado. Y

Una licencia "para pecar" es un permiso que uno mismo se otorga para actuar de forma inmoral, poco ética o directamente ilegal sin sentir culpa ni remordimiento. Es una especie de "carné por puntos" moral que funciona al revés: cuanto más convencido estás de tu propia bondad (o cuantos más gestos "buenos" acumulas), más puntos crees tener para saltarte luego las normas. Se llama también "efecto licencia moral" y es un sesgo cognitivo ampliamente estudiado en psicología.

En la versión política que estamos viviendo en España con la superioridad moral que se arroga la izquierda, esa licencia se concede a sí mismo o a los suyos quien se percibe como "el bueno de la película". En España se produce en el que se autoetiqueta como progresista, el que presume de feminista, el que se autodenomina defensor de los débiles, el que pide perdón por los errores históricos de otros. Esos créditos morales sirven de justificante para, acto seguido, hacer cosas que en cualquier otra persona serían consideradas intolerables: controlar la Fiscalía, tapar escándalos de corrupción, bloquear la renovación del Poder Judicial o defender a un fiscal general condenado penalmente.

Hace menos de un año, el propio Sánchez preguntaba con sorna: "¿Quién le va a pedir perdón al fiscal general?" Hoy la respuesta es evidente: él mismo. Pedro Sánchez debe pedir perdón al pueblo español precisamente porque ha hecho un uso descarado y repetido de esa licencia moral. El Tribunal Supremo ha condenado a Álvaro García Ortiz, el fiscal general que el presidente más encantado de conocerse nombró y defiende hasta hoy. Es la primera vez en democracia que un fiscal general es condenado mientras está en el cargo.

Porque la licencia moral funciona así: te declaras adalid de la regeneración democrática y eso te hace creer que tienes barra libre para mantener en el cargo a un fiscal imputado. Y licencia para matar a los adversarios políticos porque Sánchez se mira en el espejo y ve a James Bond, aunque él y Bolaños no dan ni para Mortadelo y Filemón. Te presentas como feminista de referencia y eso te permite intentar archivar una y otra vez la causa de tu esposa. Pides perdón por la ley del solo sí es sí, por la conquista de América o por los bulos que sufren otros políticos, y esos gestos te sirven de Coca-Cola light que "compensa" la comida basura política que viene después: el control del Ministerio Fiscal, el bloqueo del CGPJ desde 2018 o la "limpieza sin límites" que, según la denuncia del exfiscal Stampa, se ordenó tras la imputación de Begoña Gómez.

El problema de la licencia moral es que tiene fecha de caducidad. Cuando la realidad judicial te estalla en la cara –como hoy con la condena de Álvaro García Ortiz–, los créditos se agotan de golpe. El fiscal que ayer era "víctima del lawfare" hoy ya es un lastre y el Gobierno estudia su cese exprés. Pedro Sánchez tiene que pedir perdón al pueblo español por haber politizado la Justicia, por haber defendido a un condenado y por haber creído que su superioridad moral le daba licencia para todo.

Ninguna Coca-Cola light elimina las calorías de la hamburguesa. Solo las disimula un tiempo. Y ese tiempo, señor presidente, se ha terminado. No necesitamos más su política-basura.

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