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Cuanto más lo niegan, más verdad parece

Es tan notorio que Otegi quiere hacerle un favor a Sánchez, que su negación lo confirma.

Es tan notorio que Otegi quiere hacerle un favor a Sánchez, que su negación lo confirma.
Carles Puigdemont recibe en Waterloo (Bélgica) a Arnaldo Otegi. | EFE

Hay desmentidos que mienten y negaciones que afirman. Depende del cómo y del quién. La existencia de una reunión secreta entre Sánchez y Otegi para negociar el apoyo de Bildu a la moción de censura contra Rajoy está encontrando su más firme aval en quienes niegan rotundamente que se celebrase. Los testimonios de Koldo García, chófer, y de Ábalos, al que se lo contaron "fuentes presenciales", es decir, García, no sirven de tanto apoyo a la veracidad de la información como el tono y la letra de las declaraciones que niegan que el tête-à-tête en el caserío existiera. Tono, letra y sujeto. Porque dejar que el sujeto Otegi adquiriera un protagonismo tan vehemente y lenguaraz en la negación del encuentro ha sido un error tremendo.

No solo por su pasado, que es presente. Ante todo, por las cosas que se le ocurrió decir para certificar que no hubo reunión. Cuando uno que fue de la banda dice: "creo que tengo acreditada cierta credibilidad ante nuestro pueblo", solo cabe pensar en el modo en que se ganó "credibilidad" la banda terrorista ETA. Más aún si se adorna con un "nosotros siempre decimos la verdad", que trae de regreso a un "nosotros" inquietante y apela a un mito que, por alguna extraña razón, circuló cuando ETA mataba. Unos terroristas que atentan salvajemente durante décadas contra la democracia española y asesinan a más de 850 personas mienten si les conviene y mienten cuando les conviene. Si algunas veces la banda dijo la verdad, fue por algún interés siniestro de los suyos. Sus sucesores y herederos, criados en el ecosistema del terror, hacen como hicieron sus mayores.

El interés de Otegi y de Bildu es defender a Sánchez. Con su Gobierno gozan de un estatus privilegiado. Impensable en otras circunstancias. Por no hablar de las concesiones, de las que se habló, seguro, cuando apañaron el voto para la moción de censura. Otegi muestra el interés vital que tienen los sucesores de la banda en evitar un cambio político en España cuando, en su mentís de la reunión, dice que "el bloque reaccionario quiere llegar al poder mediante las mentiras". Y cuando se le va la mano y alerta de un intento de "recuperar las esencias del régimen del 78", hace, sin quererlo, un importante recordatorio. Recuerda, a los que lo han olvidado o quieren que se olvide, que su objetivo es acabar con la democracia del 78 y la nación que le da sustento. Lo fue antes y lo es ahora. Con Sánchez ven el horizonte abierto. Lo apoyan por eso.

No son estúpidos. Saben el efecto que tiene el descubrimiento de un encuentro secreto entre quien ahora es presidente y quien antes fue de la ETA. Saben quiénes son y saben que manchan. Y saben que no es lo mismo negociar votos en el Parlamento que confabularse en una reunión clandestina en territorio abertzale para derribar a un Gobierno. Es tan notorio que Otegi quiere hacerle un favor a Sánchez, que su negación lo confirma. Un Sánchez que acepta negociar en Suiza con el separatismo catalán, por qué no iba a sellar el trato con Bildu en un caserío de la provincia de Bilbao. El que aceptó un mediador internacional para los de Puigdemont, por qué no iba a aceptar que mediadores de su confianza, como Cerdán, le llevaran a rendir vasallaje al batasuno. Estaban todos los que eran, y el único que niega es Sánchez.

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