
Poco se puede sacar en claro del Atlético de Madrid-Oviedo que acabó con 2-0 el pasado sábado. Partido sin historia en el Metropolitano. Entre Inter y Barcelona se podía esperar lo que pasó ante los asturianos porque, aparte de muchas rotaciones y un 2-0 rápido en la primera parte, el partido solo sirvió para sumar tres puntos y superar un trámite que te podía meter de lleno en la lucha por la Liga. Pim pam, sin pum, y a casa.
Ganado el partido, ahora toca una semana de órdago. Primero el Camp Nou y después San Mamés. La semana que marcas en el calendario como una que te puede catapultar o que te puede dejar tocado. Cuando eso pasa, es decir, cuando llegan semanas así, todos los equipos del mundo, ya sea en fútbol o en cualquier deporte de equipo, las miradas se centran en el jugador franquicia. En el Atlético, ese es Julián Álvarez y por eso el titular de mi columna.
Julián no está bien. Es un hecho. Aún así marca goles y se sigue dejando la vida en cada balón, pero seamos sinceros y objetivos, no está bien. Flaco favor le haríamos si no le valorásemos como lo que es: una estrella mundial. Esta debe ser la semana de la recuperación del argentino. Como ya hizo hace dos meses cuando pasó de ser sustituido en Mallorca tras fallar un penalti a marcarle tres al Rayo, dos al Real Madrid en el 5-2 del Metropolitano y rematar la faena con un penalti a lo Panenka en Champions ante el Eintracht. Es el momento de los jugadores franquicia y en el Metropolitano, el que manda es Julián.
Ojo, esto no es una crítica al 19 colchonero. Pocas veces me verán criticar a un jugador que con mayor o menor fortuna se lo deja todo en el terreno de juego, sin embargo, Julián no necesita caricias en el lomo. No es esa clase de jugador. Julián necesita que le exijan y él mismo puso el listón muy alto cuando salió del Manchester City para hacer historia en otro club. Ese equipo es el Atlético. Y si Julián pone su exigencia tan alta es porque sabe que puede hacerlo. Por eso no intuyo buenas noticias en Barcelona y Bilbao sin el mejor Julián Álvarez. Igual que allí no intuirán buenos resultados si Lamine y Nico Williams no destacan. Ellos son los jugadores franquicia y como tal dos meses sin estar bien es demasiado tiempo.
Espero al mejor Julián esta semana. Al chico llamado a cambiar la historia del Atlético de Madrid una vez más. Sin medias tintas. Sin una nota media de aprobado. Quiero el sobresaliente y lo pido porque Julián vino para semanas como esta y para retos de este calibre. No me cabe duda de que si la araña pica de verdad en Barcelona y Bilbao, ahí sí, el Atlético de Simeone demostrará que la palabra campeón puede entrar en ese vestuario de nuevo.
Esta semana además se pondrá a prueba más que nunca los récords del Atlético. El club rojiblanco es el único equipo en la historia de la Liga que ha logrado el 1-0 o 0-1 en todos los partidos de las 14 primeras jornadas. Nadie lo había conseguido antes en los 95 años de este formato de competición. Y a eso suma que solo ha estado por detrás en el marcador durante 19 minutos. Pues todavía este año he escuchado varias veces lo siguiente: "¿Qué? Hoy el Atleti a defender y a ver si cuela, ¿no?". Contra esto es imposible competir porque gañanes que no ven fútbol siempre existirán. Eso sí, ahora entiendo por qué en los botes de lejía pone "no beber." Ahí lo dejo.
Por cierto, el Atlético, como ya pasó el año pasado, vuelve a estar metido en la lucha por todas las competiciones. Ni antes se había perdido todo en agosto y septiembre, ni ahora se ha ganado nada, pero como mi barco de opinión es mío y ahí mando yo, los que masacraron al Atlético en agosto, ahora ni les tiraría un salvavidas. Que se queden en el agua fría gritando que se quieren subir al barco porque se está más calentito en cubierta que en remojo. No, no, no y diez veces no. Ahora se quedan mojaditos y llorando, que, según mi opinión, es lo que se merecen.
